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La locomotora del oeste

“Es como contar a nuestros abuelos con amor”

El actor Daniel Miglioranza, integrante del elenco de  “El conventillo de la Paloma”, destacó el éxito de la puesta en escena del sainete de Alberto Vaccarezza, que hasta el 9 de marzo se puede ver en Mar del Plata.

Por José Yapor

 

   “¿Entrás? Dale, te espero…”, dijo el hombre mirando hacia atrás, con gesto amable, mientras sostenía la pesada puerta de vidrio. “Nunca me hubiera imaginado que un actor de renombre iba a esperar con la puerta abierta a este ilustre desconocido”, agradeció el otro, guiñando su ojo derecho y buscando la complicidad del encargado eventual del edificio, testigo privilegiado de la escena.

   Segundos después, siempre en un clima de buen humor, el diálogo se prolongaría en uno de los ascensores “del fondo”, que conduciría  a ambos vecinos a sus respectivos departamentos para vivir las últimas horas de la jornada y empezar a pensar en “el día después”. Los protagonistas, que quedaron en volver a encontrarse, no son otros que el actor Daniel Miglioranza y el autor de esta nota.

      De su infancia en Carlos Keen, localidad del partido de Luján, Daniel recuerda “los olores del campo. Yo nací en el campo; toda esa inocencia que viví me trae los olores de las fiestas. Cuando de muy pibe iba a la estancia de los Achával, donde tenía mi yegüita, ‘La Rubia’. Y también recuerdo a mi vieja (María Angélica Campero) enseñándome recitados criollos, antes de aprender a leer. Los recitados que aún recuerdo, de Boris Elkin. Una infancia linda, feliz, compartida con mi hermano Alcides, en un pueblito que era mi Macondo, como para García Márquez”.

   Cuenta que “cuando el tren dejó de pasar, quedaron nada más que la fábrica de fideos y la fábrica de dulce de leche, donde laburaba mi viejo (Marcelino). Por eso, yo soy fanático del dulce de leche. Se fabricaba dulce de leche y quesos. Sobre todo el repostero, pero también salía el común, en esos envases de cartón. Con mi hermano íbamos a visitar a mi viejo a la fábrica y veíamos cómo se hacía el dulce de leche en esas ollas enormes, las ollas pail. Mi viejo era oficial pailero. Era toda una experiencia muy dulce”, evoca entre risas.

   “A los dieciocho o veinte años ya vivía en Luján y estudiaba en Buenos Aires. Descubrí  a García Márquez e hice mi primer cortometraje, ‘La prodigiosa tarde de Baltazar’, y lo filmé en Carlos Keen”, relata sobre sus primeros pasos en el mundo de la actuación.

 “El conventillo de la Paloma”

   Por estos días, Daniel Miglioranza integra el elenco de “El conventillo de la Paloma”, sainete de Alberto Vaccarezza, que hasta el 9 de marzo se puede ver en la sala del Teatro Mar del Plata, en Avenida Luro 2335 de la ciudad balnearia.

    A modo de evaluación, cuando recién comienza a despuntar la segunda quincena de enero, Daniel subraya que “estamos muy felices. Hicimos tres temporadas en Buenos Aires, en el Cervantes, con mucho éxito. Ultimamente como un suceso, porque el Cervantes no se llenaba hasta la tertulia desde el año ’41, con el Martín Fierro de (Elías) Alippi. Siempre teníamos la expectativa de venir a Mar del Plata y, por una razón o por otra, por ahí no se daba. Gracias al esfuerzo del Cervantes y de Carlos Rottemberg, se pudo concretar esta vez. Somos veintiocho artistas en escena. La escenografía, de René Diviú, está muy buena. Hay músicos en escena. Toda la escenografía se trasladó tal cual estaba en el Cervantes. Viajó el mismo grupo, tanto los protagonistas como el ensamble; no se desarmó el grupo”, destaca.

   Asegura que “las críticas fueron muy buenas y la gente se ha ido muy contenta. Como siempre, para nosotros es una alegría hacerla y nos damos cuenta de lo que pasa por la gente. Estamos chochos, porque el espectáculo está saliendo muy bien”.

   Al referirse al contenido de “El conventillo de la Paloma”, Miglioranza recurre al contexto histórico y explica que “los conventillos estaban habitados por personajes de distintos orígenes étnicos: el polaco, el español, el italiano, el turco, el compadrito… Había de todo. El sainete de pura fiesta, que sería este, consta de  tres partes. La primera es la presentación del conflicto. Todo el mundo alborotado. El tano –Seriola, que hago yo- es el encargado del conventillo y el gallego –Fito Yanelli- está medio alborotado por la llegada de la Paloma -Ana María Cores-, una nueva inquilina. Todas nuestras mujeres, celosas de la historia, inventan con Villa Crespo –Horacio Peña, que sería el guapo- la historia que ellas empiezan a entrar en el baile con otros hombres y nos hacen poner celosos. El segundo acto, en la estructura clásica del sainete, es siempre en verso. Estos paparulos van a cantarle su amor a la Paloma en el balcón, como Romeo y Julieta. El tercer acto es de pura fiesta, musical. Ahí es donde se arma el baile y se produce el desenlace: aparece un chico, Paseo de Julio, el otro guapo que andan buscando porque la mina se rajó, porque el tipo la fajaba… El guapo Villa Crespo lo desafía, hace que la Paloma se quede y se queda con la Paloma. Sello final: se enamora de la Paloma y la Paloma se enamora de él. Los demás nos quedamos con la boca abierta; los tontos volvemos con nuestras mujeres, que nos hicieron creer que nos metían los cuernos. Una anécdota simple, pero con mucha inocencia, que muestra la alegría del juego. De cómo se hacía en ese tiempo y cómo se hace ahora también; el juego clownesco de estos personajes, que es como contar a nuestros abuelos con amor”, concluye.

 

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