Biaus no es ni la sombra de lo que fue
Rodolfo Gosto recordó la época de esplendor, cuando corría el trocha angosta y la producción de alimentos era el motor de la economía de esta localidad de campaña
En la vida de Rodolfo Gosto, Moquehua, Ramón Biaus y Chivilcoy –en ese orden- conforman una tríada. Es que el hombre nació en la primera de estas localidades, llegó a la segunda a los veintitantos y, desde hace muchos años, reside junto a su familia en la ciudad cabecera del partido.
Gosto es un reconocido artista, que elabora réplicas de carruajes en pequeñas dimensiones. En una mañana de enero de 2009, en momentos en que una de las peores sequías de la historia afectaba la región pampeana, recibió a La locomotora en la quinta donde vivió junto a sus padres y hermanos.
En diálogo con el programa que se emite por Radio Local (FM 103.7) en los meses de verano, el entrevistado contó cómo era la vida antes, cómo es ahora y qué significó para los vecinos la clausura de los servicios ferroviarios que llegaban diariamente.
¿Cómo es la vida en Ramón Biaus?
Mi infancia no la viví en Biaus. Nací y me crié en Moquehua. Mi familia vino acá en el año ’59. Yo nací en el ’33; así que sacá la cuenta, tenía veinte y pico de años. Desde ahí sí, sigo vinculado. Biaus no es ni la sombra de lo que fue. En una época tenía una densidad de población mucho mayor a la que tiene ahora. Ahora son muy pocas familias, pero son buenas y eso es lo importante. Acá hay gente de laburo, remacanuda. Lástima que está aislado de Chivilcoy, que no podamos conseguir aunque sea un camino de asfalto. Las poblaciones del interior sin asfalto mueren. Fijate que si querés combustible no lo tenés. Había en una época, pero ahora cada uno se trae el combustible de otro lado. Tiene una forma de vida muy particular. La gente trabaja en la municipalidad, en la cerámica o en el campo. No hay otra forma de vida. Mi madre sabía decir que, aparte de haber más gente, había más fuentes de trabajo también. Hoy, como en todos lados, la cosa ha golpeado.
¿Cómo era antes?
Llegando aquí a casa, en una esquina del campo donde mi abuelo se afincó en el año ’20 y algo, había un señor que tenía 40 mil plantas de frutillas. Había muchos frutilleros y se criaban pavos, gallinas, lechones. Teníamos un tren que pasaba para Buenos Aires a las 12 y pico del día y volvía tipo dos de la tarde y en cada una de las estaciones iba levantando el pollo, el lechón, la gallina, la frutilla. La gente vivía con otro tipo de recursos. Hoy, por distintos tipos de razones, todas esas cosas desaparecieron. Alguna gente que lo tendrá para su consumo, pero no es como antes, porque inclusive no conviene. Además, está la otra: de la gente que está en el campo, ¿quién tiene tiempo para dedicarle a la quinta cuando tiene que ir al banco, porque se le vence el inmobiliario o la jubilación o tiene que ir a hablar con el contador? La vida se complicó muchísimo. No es la vida de antes. Antes la gente vivía con la mente fresca, en el buen sentido de la palabra. Hoy lo que menos tiene la mente fresca. El trabajo de antes era cansador y agotador, pero el cansancio era físico. Hoy la gente vive cansada mentalmente y el cansancio mental pienso que es el que más destruye. Vive corriendo de un lado para el otro y es muy complicado.
¿Qué pasaba en estos pueblos cuando llegaba el tren?
En Moquehua hice hasta cuarto grado en una escuela rural y después tenía que ir desde donde yo vivía a diez kilómetros, todos los días a caballo, para hacer el quinto y sexto en forma particular de aquella época. Con un amigo de Moquehua (Di Como) nos íbamos a esperar el tren para tomar un helado, porque no había helados. Entonces, mientras cargaban el pollo y la gallina y hacían todo ese operativo, el heladero aprovechaba y vendía desde la ventanilla. La gente iba y era un acontecimiento la llegada del tren.
¿Recuerda cuándo se interrumpieron los servicios?
El tren desapareció como mínimo hace veinte años. Los tramos de vías están. La estación ha sido reciclada para la Delegación y otro sector para la fábrica de dulces y panadería, pero no existen más los galpones ni los bretes por donde se cargaba la hacienda. Los galpones, nunca se supo quién se los llevó. Los desarmaron, se cortó toda la plantación de eucaliptus que había y desaparecieron. Desde la salida de la estación, de lo que era el campo de la estación, están las vías tal cual estaban antes, ahora abandonadas por cierto, ¿no? Y creo que jamás se irán a poner el funcionamiento. Era el ramal que iba a Patricios. Primero fue el Ferrocarril Compañía General Buenos Aires y, después de la nacionalización, el Belgrano.
Calculo que si se lo reacondicionaba, el ferrocarril hubiera seguido siendo el transporte más barato. No te olvides que una máquina ¿cuántos vagones arrastra?, ¿cuántas toneladas de cereales lleva? ¿Todas las plantas de silos dónde están, como antes los galpones?: en las estaciones. Para llevar a puerto, transporte más barato que el tren no habría. Un servicio de pasajeros desde Chivilcoy (a Once), ¿hace falta o no? Hoy tenemos medio tren, porque sabemos el horario en el que tiene que salir pero nunca el horario en el que va a llegar. Y es un transporte que podría ser muy barato.
Los pueblos empezaron a nacer cuando llegó el ferrocarril. Moquehuá cumple 100 años ahora en marzo (de 2009) y a los poquitos días cumple cien años Biaus. ¿Con qué?: con la llegada del ferrocarril. Y así fueron avanzando hacia el oeste.
A pesar de todos los inconvenientes que hoy enfrentan los pueblos rurales, se ve que aquí la vida sigue siendo apacible…
Una vez le escuché decir a alguien: ‘Aquí el tiempo se ha detenido y el silencio duerme la siesta’. Primero lo tomé como en broma pero después lo entré a analizar y creo que es así. A la tardecita ves las luces de las casas prendidas, hay silencio absoluto y no escuchás más que a los pajaritos. Y hay una gran ventaja: es un pueblo donde se puede vivir tranquilo. La delincuencia y todo eso acá no llegó.
Autor: José Yapor
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