Memorias del Palemón Huergo de antaño
Nombrar a Palemón Huergo significa para mí volver a las raíces familiares por línea materna; representa evocar un tiempo ya lejano, rememorado por mi madre, Antonia Dominga San Mauro de Larrea (1909-1997) en sus conversaciones.
Después de fallecer su padre en 1911, ella fue llevada por su madre a vivir a la chacra de su abuela, Doña María Rosa Cibelli de Laresca, ubicada precisamente en la localidad de Palemón Huergo. Las familias Lavagnino, Deprati, Laresca y Cibelli de esa zona son nuestros familiares.
Mi madre fue una de las primeras alumnas de la "Escuela de Chapas" Nº 28 cuando era verdaderamente de chapas, donde cursó hasta el último grado y aprendió el oficio de modista que ejerció durante toda su vida. Con su madre Rosa Laresca, iban a Chivilcoy en jardinera, para lo cual debían cruzar la entonces llamada "Cañada de los chanchos", hoy Laguna de Martija, muchas veces llegando el agua a la cincha del caballo, en un viaje de casi diez leguas entre ida y vuelta, por un camino rudimentario de tierra e inundable en varias partes.
Ella evocaba con alegría la gran cantidad de aves acuáticas que poblaban aquella laguna, entonces un verdadero paraíso natural. Ese mismo trayecto realizaría luego con sus tíos en un Ford T que compraron los Laresca, al que le colocaban cadenas en las ruedas para transitar por el barro.
En ciertos períodos del año debía "carpir los porotos" antes de ir a la escuela. También recordaba que en tiempos del emparvado y trilla del trigo, ayudaba a su madre en la jardinera a llevarle el matecocido a los trabajadores en un tarro grande de lechero. Al mediodía tocaban la campana para llamarlos a almorzar.
Hacia la década de 1920 fue introducido en Huergo, según sus memorias, un lote de caballos "percherones" para el tiro de los carruajes de gran porte e implementos agrícolas, siendo adquiridos algunos ejemplares por la familia Laresca. Una vez ella mencionó, al pasar, que un vecino tenía "chanchos barracos" y es muy posible que algunos de estos primitivos cerdos traídos por los españoles, hayan llegado a Huergo en el Siglo XIX. Se trataba de una especie de cerdo colorado, que al adaptarse al país se transformó en alto y delgado, de muy escasa utilidad para su explotación.
El médico de mi madre era el doctor Teodorico Nicola, que atendía en el Sanatorio "José Inocencio Arias", hoy Museo "Pompeo Boggio", en la calle Bolívar y Salta, quien en caso de urgencia se trasladaba al campo.
En el cofre de los recuerdos, guardo con nostalgia estas memorias de mi madre, las que hoy reviven en este escrito.
Autor: Juan Larrea
(Nota publicada en la revista del Centenario de Palemón Huergo, Diciembre de 2006, editada por la Comisión de Festejos del Centenario. La compilación fue realizada por Carlos Gómez Ortiz).
Después de fallecer su padre en 1911, ella fue llevada por su madre a vivir a la chacra de su abuela, Doña María Rosa Cibelli de Laresca, ubicada precisamente en la localidad de Palemón Huergo. Las familias Lavagnino, Deprati, Laresca y Cibelli de esa zona son nuestros familiares.
Mi madre fue una de las primeras alumnas de la "Escuela de Chapas" Nº 28 cuando era verdaderamente de chapas, donde cursó hasta el último grado y aprendió el oficio de modista que ejerció durante toda su vida. Con su madre Rosa Laresca, iban a Chivilcoy en jardinera, para lo cual debían cruzar la entonces llamada "Cañada de los chanchos", hoy Laguna de Martija, muchas veces llegando el agua a la cincha del caballo, en un viaje de casi diez leguas entre ida y vuelta, por un camino rudimentario de tierra e inundable en varias partes.
Ella evocaba con alegría la gran cantidad de aves acuáticas que poblaban aquella laguna, entonces un verdadero paraíso natural. Ese mismo trayecto realizaría luego con sus tíos en un Ford T que compraron los Laresca, al que le colocaban cadenas en las ruedas para transitar por el barro.
En ciertos períodos del año debía "carpir los porotos" antes de ir a la escuela. También recordaba que en tiempos del emparvado y trilla del trigo, ayudaba a su madre en la jardinera a llevarle el matecocido a los trabajadores en un tarro grande de lechero. Al mediodía tocaban la campana para llamarlos a almorzar.
Hacia la década de 1920 fue introducido en Huergo, según sus memorias, un lote de caballos "percherones" para el tiro de los carruajes de gran porte e implementos agrícolas, siendo adquiridos algunos ejemplares por la familia Laresca. Una vez ella mencionó, al pasar, que un vecino tenía "chanchos barracos" y es muy posible que algunos de estos primitivos cerdos traídos por los españoles, hayan llegado a Huergo en el Siglo XIX. Se trataba de una especie de cerdo colorado, que al adaptarse al país se transformó en alto y delgado, de muy escasa utilidad para su explotación.
El médico de mi madre era el doctor Teodorico Nicola, que atendía en el Sanatorio "José Inocencio Arias", hoy Museo "Pompeo Boggio", en la calle Bolívar y Salta, quien en caso de urgencia se trasladaba al campo.
En el cofre de los recuerdos, guardo con nostalgia estas memorias de mi madre, las que hoy reviven en este escrito.
Autor: Juan Larrea
(Nota publicada en la revista del Centenario de Palemón Huergo, Diciembre de 2006, editada por la Comisión de Festejos del Centenario. La compilación fue realizada por Carlos Gómez Ortiz).
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