La locomotora que chocó la palmera
Hace muchos años, cuando yo vivía con mis padres en la Estación Norte, del 37 hasta el 40 y pico, cuando me fui a estudiar. Mi padre quedó ahí hasta que se jubiló, en el 40 y pico casi 50. Una noche, como todas, llegaba el famoso tren de las 9. La locomotora paraba metros antes del final de vía, donde había una palmera de enorme diámetro y bastante alta, junto con una segunda vía, que se usaba cuando había alguna cosa especial de carga y descarga, para no tomar la vía principal. Cuando terminaba de bajar la gente, en su mayoría los comisionistas que todos los días iban y venían, ese tren retrocedía para hornarlo en la playa junto a la locomotora que iba a la mesa giratoria para tenerla lista para el tren que salía a las 7 de mañana. Cuando estaba todo armado, esa misma locomotora empujaba despacio el tren para dejarlo listo para la mañana siguiente. Cuando llegaba a la estación, no se apagaban las luces de los coches, porque subían dos o tres personas para hacer la limpieza. Cuando terminaban, apagaban las luces y cerraban los coches. Después del tren de las nueve, mi padre venía a mi casa por la puerta interna que comunicaba las oficinas con una sala que teníamos en casa.
Estábamos cenando y en una de esas se siente una especie de choque que conmovió a la estación. Mi padre sale disparando para encender las luces y veo que el último coche, que era de primera, había atropellado el tope final y el pobre árbol estaba un poco desplazado hacia el lado de la calle. ¿Qué pasó? ¿Qué no pasó? Si el tren no tenía frenos. No. No es que no tenía frenos ni nada. Al día siguiente iba a haber un festejo, que no recuerdo bien qué era, algo cerca de fin de año, no sé, y entonces agregaban dos o tres coches más que estaban en Chivilcoy Norte. Cuando la locomotora retrocedía, había que tener en cuenta que había más coches que de costumbre y cada coche medía como cuarenta metros. Retrocedía muy despacio empujando, porque también había que tener en cuenta el enorme peso que tenían los coches de primera, turista, encomiendas y la misma locomotora. Hubo un problema: no se les avisó a los movedores. Los maquinistas y foguistas, cuando llegaba el tren y se iban a sus casas, bajaban una especie de caja donde tenían cosas personales. Los movedores eran los que sacaban a la locomotora marcha atrás y la dejaban en el galpón, donde durante toda la noche la cuidaban a medio fuego. Horas antes de partir, a las siete, tenían que darle más fuego y ponerle aceite. Esos que venían hacia atrás no sabían, o se olvidaron no se sabe eso-, que tenían que frenar antes, porque no tenían lugar. Eso es todo. En una palabra, después vino todo eso de la papelería, la toma de declaración a todos y había que averiguar si estaban bien informados o no. La cuestión del caso es que costaba mucho trabajo enderezar esa planta enorme y se puso un cable agarrado de la parte superior, con una escalera larga y una locomotora que, al tirarla, la enderezó y otra gente la apuntaló debajo.
Tulio Challiol
(Nota difundida en La locomotora, en enero de 2009, por Radio Local FM 103.7 de Chivilcoy B.A. Argentina. Tulio, hijo de un trabajador ferroviario, fue concejal municipal por la Democracia Cristiana, integró el Ferroclub Chivilcoy y trabajó en la Dirección de Energía de la Pcia. Buenos Aires. Falleció a fines de 2009)
Estábamos cenando y en una de esas se siente una especie de choque que conmovió a la estación. Mi padre sale disparando para encender las luces y veo que el último coche, que era de primera, había atropellado el tope final y el pobre árbol estaba un poco desplazado hacia el lado de la calle. ¿Qué pasó? ¿Qué no pasó? Si el tren no tenía frenos. No. No es que no tenía frenos ni nada. Al día siguiente iba a haber un festejo, que no recuerdo bien qué era, algo cerca de fin de año, no sé, y entonces agregaban dos o tres coches más que estaban en Chivilcoy Norte. Cuando la locomotora retrocedía, había que tener en cuenta que había más coches que de costumbre y cada coche medía como cuarenta metros. Retrocedía muy despacio empujando, porque también había que tener en cuenta el enorme peso que tenían los coches de primera, turista, encomiendas y la misma locomotora. Hubo un problema: no se les avisó a los movedores. Los maquinistas y foguistas, cuando llegaba el tren y se iban a sus casas, bajaban una especie de caja donde tenían cosas personales. Los movedores eran los que sacaban a la locomotora marcha atrás y la dejaban en el galpón, donde durante toda la noche la cuidaban a medio fuego. Horas antes de partir, a las siete, tenían que darle más fuego y ponerle aceite. Esos que venían hacia atrás no sabían, o se olvidaron no se sabe eso-, que tenían que frenar antes, porque no tenían lugar. Eso es todo. En una palabra, después vino todo eso de la papelería, la toma de declaración a todos y había que averiguar si estaban bien informados o no. La cuestión del caso es que costaba mucho trabajo enderezar esa planta enorme y se puso un cable agarrado de la parte superior, con una escalera larga y una locomotora que, al tirarla, la enderezó y otra gente la apuntaló debajo.
Tulio Challiol
(Nota difundida en La locomotora, en enero de 2009, por Radio Local FM 103.7 de Chivilcoy B.A. Argentina. Tulio, hijo de un trabajador ferroviario, fue concejal municipal por la Democracia Cristiana, integró el Ferroclub Chivilcoy y trabajó en la Dirección de Energía de la Pcia. Buenos Aires. Falleció a fines de 2009)
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