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La locomotora del oeste

El legado de los vascos tamberos

San Sebastián perdió el tren a fines de los ’70. Años atrás reabrió sus puertas la fábrica de quesos y el pueblo “nació de vuelta”. Dos caras de la realidad de una localidad de campaña que lucha por seguir existiendo.

 

   San Sebastián es una localidad del partido de Chivilcoy, que reconoce sus orígenes en la llegada y arraigo de inmigrantes vascos dedicados a la actividad tambera.

   Ubicado a 40 kilómetros de la ciudad cabecera y a unos 20 de la Ruta Nacional 5 –bajando por un camino de tierra desde las proximidades del acceso a Gorostiaga-, hoy el pueblo tiene como principal fuente de trabajo a una fábrica de quesos que concentra la producción lechera de la zona.

   Bien temprano, una mañana de enero de 2010, con la compañía del historiador chivilcoyano Juan Larrea, La locomotora dialogó con un grupo de parroquianos congregados en la carnicería de Néstor Capelletti.

   Walter Iriarte recordó que llegó a San Sebastián, procedente de Ramón Biaus, “en el 40 y pico” cuando “tenía cinco años”.

   “Mi papá tenía un ómnibus viejo. Viajaba de San Sebastián a Chivilcoy, de lunes a viernes”, apuntó.

   Señalando el sur, indicó que “estaba allá la fábrica de (Francisco) Huber” y, marcando el norte, “allá la Unión Tamberos. Yo trabajaba en tambos y entregábamos la leche en lo de Huber”, comentó.

   Néstor, del otro lado del mostrador, manifestó haber escuchado “un comentario que pasaron por la televisión sobre la historia de los quesos, que había empezado con la fábrica acá”, en referencia al establecimiento fundado por el inmigrante alemán.

   Carlos Giorello, nacido y criado en San Sebastián, relató que don Huber “empezó en un rancho; en un ranchito, con el suero criaba los chanchos. Después se fue a Alemania, vuelve otra vez, habrá traído más plata y ahí empezó con la fábrica. Con los tamberos hacía un trato. El que podía estar mejor económicamente, por ahí le dejaba un mes adentro y entonces él iba evolucionando. Dicen que es así como empezó él”, agregó.

   “Es la fábrica vieja que está ahí, donde ahora está la chanchería”, amplió; es decir, en el camino que lleva a La Rica, que corre paralelo a la desaparecida traza del Ferrocarril Midland.   

                                             La fábrica de quesos

   La otra fábrica, que reabrió sus puertas luego de algunos años de inactividad, fue adquirida por la empresa lujanense Lácteos Silvia y tiene su propia historia: “Primero fue Unión Tamberos San Sebastián. Nació como cooperativa y luego fue una sociedad anónima. Llegaron a entrar a la fábrica 150 tambos. La fábrica trabajaba y había mucho movimiento. Después se vende a Gesagro y Gesagro va a quiebra”, precisó Giorello.

   “Primeramente se vendía la leche a La Serenísima. Nace como una enfriadora. Al último los quesos salían con marca propia. En Chivilcoy había un local de venta en la calle Frías”, continuó.

   Néstor Capelletti afirmó que, con la reapertura de la fábrica, San Sebastián “nació de vuelta” y señaló que “habíamos quedado muy pocos y no había nada, nada de laburo”.

                                               Trocha angosta

   En el improvisado diálogo, la historia del tren de trocha angosta ocupó un lugar destacado. Cada vecino aportó su testimonio sobre el desaparecido servicio de transporte, que vinculaba al poblado rural con Capital Federal y el oeste bonaerense.

   “Llegaba el (tren) lechero, que venía a buscar la leche a la fábrica”, contó Walter Iriarte, quien recordó que allí “había cambio de personal en ese tiempo. Habría 20 o 30 ferroviarios, porque acá cambiaban el personal. Muchos eran de afuera. Los maquinistas y los guardas bajaban acá, cambiaban y seguían los otros. Cuando andaba el ferrocarril fue cuando más fuerte estuvo San Sebastián”, destacó Iriarte.

   Carlos Giorello recordó que el tren lechero “venía con un vagón de pasajeros. Cuando se iba, venía el otro que era mixto, llevaba la leche de vuelta y tenía dos vagones. Había un diesel, que pasaba todos los días e iba a Carhue. Si queríamos ir a Buenos Aires, teníamos esos dos trenes mixtos y aparte el diesel. Había tres trenes por día. En el ’79 se levantó. La decadencia más grande empieza cuando levantan el ferrocarril”, subrayó.

                                               Los tiempos cambian

   En aquellos buenos años, “había más gente en el campo. Había cancha de paleta, banco, de todo. Había mucha gente y ahora en el campo no quedó nadie, porque es todo siembra. Antes era una zona de muchos tambos y el tambo trae más gente, más familias. Una persona que tenía 50 o 60 hectáreas, capaz que tenía su tambero. O sea que eran dos familias y eso sumaba también”, analizó Giorello.

   Cuando preguntamos cuántos habitantes tiene San Sebastián en la actualidad, Capelletti estimó que “en el casco habrá 150 o 200 pobladores” y, con referencia a los problemas de accesibilidad, dijo que “esto es muy lindo cuando el camino está seco, pero cuando agarramos épocas de lluvia, se complica”.

   Este pueblo de tamberos cuenta entre sus instituciones a la Delegación Municipal, la Escuela Nº 47 “Francisco Elosegui”, el reabierto Club Social y el dispensario, donde trabaja una enfermera y un médico concurre una vez por semana.

   En relación con el origen del nombre que identifica a la localidad de campaña, en la conversación aparecieron dos versiones diferentes: “Isidora Ca, que donó los terrenos, tenía un hijo que murió joven y se llamaba Sebastián”, refirió Giorello. Juan Larrea, por su parte, dijo haber escuchado otra historia: “Como había muchos vascos, fue en memoria de la ciudad vasca de San Sebastián”.

   Meses antes de nuestra visita, la comunidad celebró el centenario. El 15 de junio de 1909, procedente de la estación Puente Alsina, arribó por primera vez una formación compuesta por una locomotora y cinco vagones.

   Se había preparado para la ocasión de los cien años una gran fiesta popular, pero las inclemencias del tiempo impidieron su realización. “Para la fiesta del pueblo se mataron tres vaquillonas, pero se tuvo que suspender porque llovió justo el sábado a la noche”, finalizó el veterano Iriarte.

Autor: José Yapor

 

 

 

 

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