La Rica: el pueblo que tuvo dos ferrocarriles
Ismael Figueroa (“Yima”) recordó la época en que había 1.300 pobladores y dos estaciones: la del Midland (trocha angosta) y la del Oeste
Ismael Figueroa, vecino de La Rica, recordó la época en que por la localidad del Partido de Chivilcoy “pasaban dos ferrocarriles: el Sarmiento y el Midland, que después fue el Belgrano” y relató que “con el Midland, junto con algunos muchachos, llegábamos a Puente Alsina, tomábamos el tranvía 9 y nos íbamos a la cancha de Boca. A la vuelta, salíamos a las 8 o tal vez un poco antes de Puente Alsina y llegábamos acá, a La Rica, a las 11 de la noche. Tres horas tardaba el tren y paraba en todas las estaciones. También estaba el lechero o ‘tren verde’, como le decíamos. Llegaba a la 1 de la tarde a La Rica y llevaba pasajeros, pero también levantaba la leche y toda la mercadería que había”, agregó.
“Yima”, como lo llaman los parroquianos, precisó que “había dos trenes para ir a Puente Alsina. Día por medio venía un diésel que llevaba encomiendas a Buenos Aires. Había dos lechoneros, que carneaban muchos lechones. El tren pasaba a las doce de la noche y ahí mandaban los lechones. Ahora no hay nadie y antes era una romería. Por eso, dijo el poeta (Domingo) Behro que estaban las chicas paseando por el andén. Ahora no pasa nada”, comparó.
La Rica está ubicada sobre la Ruta Provincial Nº 30, a mitad de camino entre Chivilcoy y Moquehua. Es una zona agrícola ganadera, donde –afirman los que conocen- están los mejores campos del partido. Al pueblo se accede por un callejón con mejorado de piedra, de un kilómetro de extensión. Sobre la calle principal y sus adyacencias están las casas, algunos comercios, la escuela, el dispensario, el club, la capilla y la placita de frondosa arboleda, donde cada tarde los niños se dan cita para jugar.
De la estación del Midland sólo quedan algunos vestigios, mientras la del Sarmiento (ex Oeste) está tal como era y bien mantenida por sus actuales inquilinos. A pocos metros, sobrevive el monte de eucaliptus, justo en la curva del camino que va para San Sebastián.
Testigo de un esplendor ferroviario perdido por las malas políticas, a unos dos mil metros del casco del pueblo está entera la estructura del puente del Midland sobre las vías de trocha ancha del Sarmiento.
Y ahí cerquita nomás, la llamada Estancia de López, convertida desde hace varios años en atractivo turístico.
En una de esas mañanitas soñadas de verano, bien temprano y mate en mano, “Yima” y su esposa recibieron en su casa a La locomotora, días después del inicio del primer ciclo radial.
¿Cómo era el servicio del Ferrocarril Oeste?
El Oeste venía a las 11 de la mañana y regresaba a la tarde hasta Once. Teníamos dos trenes para viajar y ahora no hay ninguno. Tenemos que ir hasta Chivilcoy y en Chivilcoy hay un solo tren. Parece que estuviéramos más atrasados ahora, porque antes había de todo.
En Gorostiaga, el tren que venía de Chivilcoy enganchaba el coche y de ahí seguía hasta Once. Muy buen transporte. Para el 8 de diciembre, o a veces antes, venía desde Anderson un tren peregrino y nos íbamos a Luján. A las cuatro de la tarde volvía de Luján. Todos los creyentes íbamos a visitar a la Virgen de Luján. Algunos iban de joda también, porque era muy lindo pasear en tren.
¿Y los servicios de carga?
Acá se cargaba mucha hacienda. Traían la hacienda caminando de muchas estancias y la cargaban en el tren especial. Todavía está el embarcadero, pero no pasa más nada.
¿Recuerda cuándo se levantaron los servicios?
El ferrocarril se levantó cuando estaban los militares. En el Midland levantaron las vías y el Sarmiento no pasó más. También se llevaron la estación. Decían que era para una escuela, pero parece que estaba en Uribelarrea. Tengo un sobrino que vio cómo la habían tirado. No sé qué pasó con esa estación que arrancaron de acá. A la del Oeste no la pudieron sacar. Había tres galpones y a uno lo levantaron, pero no sé a dónde. En la estación hay gente que alquila. Está bien pintada y conservamos el monte. Lo vinieron a cortar, presentaron unos papeles que eran falsos, pero como nos opusimos unos cuantos parroquianos no lo pudieron cortar. En cambio en Henry Bell, como nadie se opuso, lo cortaron. Los terrenos del Midland quedaron para la Intendencia. Creo que van a hacer unas casitas y se hicieron unas callecitas.
¿Cómo está La Rica?
Hay una comisión de Amigos por La Rica, donde están mi señora y mi hijo. Hacemos fiestas y choripanes a beneficio del pueblito. El delegado, Raúl Bolger, anda muy bien y el pueblito está limpio. Antes teníamos un regador y teníamos que regar sin que nadie nos pague, ad honorem. Ahora sí, hay cuatro empleados.
¿Cuántos pobladores hubo y cuántos quedaron?
Llegaron a vivir cerca de 1.000 personas y ahora hay más o menos 130. Hay muchas casas desocupadas. Viene mucha gente de afuera a comprar pero no viven; solamente vienen los fines de semana. Han venido muchos de la Capital. Nosotros estamos acostumbrados a saludarlos con un ‘buenos días’ y se quedan admirados de cómo aquí mantenemos las buenas costumbres. Nos llevamos muy bien. No tengo enemigos.
¿Siempre estuvo en el pueblo?
Yo nací aquí, en esta casa. Nunca me mudé. Nací un 30 de septiembre de 1932; así que este año cumplo 77”. Me crié en una fábrica de quesos que había acá. Después se cerró porque decían que no les convenía y me largué a pintar. Antes había mucho trabajo; la gente cargaba bolsas de trigo y maíz.
¿Cómo se componía su familia?
Eramos nueve hermanos, cuatro varones y cinco mujeres. Murieron tres varones y una mujer. Yo soy el anteúltimo. Tengo una hermana en (Ramón) Biaus que es la menor y tenía catorce días cuando falleció mi papá. Yo iba a cumplir cuatro años. Era una vida dura. Mi vieja quedó sola con los cuatro más chicos y los cinco más grandes. Fui a la escuela pero no pude terminar, porque antes acá había hasta cuarto grado. Después pusieron 5º y 6º. La escuela es la número 57 y también tenemos el jardincito 910. Nosotros tenemos la llave del jardín por si alguna maestra se la olvida. También tenemos las llaves de la capilla y el dispensario. Somos muy católicos y no le hacemos el mal a nadie. Fuimos y somos muy amigos del padre Camilo Latapie. Cuando podía, venía a comer algún asadito. Venía a mi casa todos los domingos, porque hacía misa un domingo en San Sebastián y el otro en La Rica.
Autor: José Yapor
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