Todo evento lo que hace es unir a la gente
Daniel Agustín Quinteros, el mago de la Línea D del Subte, asegura que “la palabra es lo que más transmite y comunica”. Siempre espera que su propuesta “logre gestar un buen estímulo entre la gente”
No viene nada mal un poco de magia. Mucho menos si está acompañada de esas frases que, después de escucharlas, te dejan pensando por un largo rato. No viene nada mal. Más aún, si la propuesta tiene lugar en el viaje de regreso a casa, en algún vagón del subte de la Línea D y después de una agotadora jornada de trabajo.
No es lo más común que en una gran urbe, donde a veces nos movemos como autómatas e ignoramos a los demás, un tipo proponga que mires al que tenés al lado y el otro haga lo propio con vos.
Que en un mundo lleno de prejuicios, donde el individualismo parece estar a la orden del día y lo trivial ocupa el centro de la escena mediática, alguien te diga que “todo evento restituye el vínculo social” y que “cada uno de nosotros somos partes de ese rompecabezas de la vida”… ¿Qué querés que te diga? Para el escéptico que nunca falta –y a veces, por desgracia, abunda- quizás no sean más que frases hechas pronunciadas por alguien que “no tiene nada que hacer”. Pero para los que seguimos creyendo en los ideales de una sociedad más justa y en una humanidad más fraterna, con igualdad de posibilidades para todos… esas palabras son bastante más que una bocanada de aire fresco.
Los andenes de la estación Congreso de Tucumán fueron el lugar elegido para la cita con Daniel Agustín Quinteros, el mago de la Línea D. Con el sonido característico de la llegada y partida de cada formación como fondo, el diálogo fue transcurriendo en un clima ameno, donde lo que menos importaba era eso que tan mal nos pone cotidianamente porque sentimos que casi siempre nos falta: el tiempo. Y fue así, nomás, que Daniel comenzó hablando de lo que hace desde hace ya varios años.
¿En qué consiste tu propuesta de magia?
Mi propuesta de magia consiste en un show que sociabilice, que logre gestar un buen estímulo entre la gente. Como es callejero, es un show no esperado, por lo cual tiene dos cosas: me da la libertad de hacer lo que yo pueda y le da la libertad al público para que se pueda bajar si quiere. Por suerte, nadie lo hace. A partir de las ilusiones de magia trato de generar buenos estímulos. A partir de cada ilusión trato que la persona no piense individualmente sino como un ser social. Todo evento hace lo mismo. En un recital, cuando llega la canción que está de moda, una persona se te acerca, te agarra del hombro y empieza a saltar. Y uno no va decir ‘no, no’. Todo evento lo que hace es unir a la gente y la gente siempre necesita la seguridad de la masa. O mejor dicho la aceptación de la masa, porque a partir de esa aceptación el ser humano puede desenvolverse tranquilamente. Si no es como que uno siempre se está escondiendo o tratando de encapsularse.
¿Y por qué nos pasa esto?
Nadie sabe cómo ser, por lo cual no hay un modo de ser estipulado. Hay tantas maneras de ser como personas diferentes hay en el mundo. El miedo a la no aceptación hace que la persona se ponga como en un cuarto o se encapsule y ese encapsulamiento le da a su vez la seguridad de no ser visto. El ser humano desde que nace tiene angustias existenciales. Sabe que nada se vive todo y según cómo haya sido su por qué, le da estabilidad para ser o no ser. Cuando uno está en una masa o un contexto donde lo conocen, puede desinhibirse y hablar mucho más tranquilo, pero cuando a uno no lo conocen, se encapsula tratando de cuidar la forma. Esa forma es la forma en que uno se piensa. Uno cada mañana se levanta, se viste o se disfraza de lo que se piensa, porque quieras o no estamos en el teatro de la vida y cada quien se representa según como se piensa.
¿Cómo surgió esta idea tan original?
Al principio no pensé en gestar un show. No me enseñaron a hacer un show y al poco tiempo fui a aprender teatro. Un día estaba haciendo magia, tenía una mesita y vendía juegos de magia por Florida y Lavalle; después por Once y después me dije que no me gustaba vender ilusiones. Veía que a la gente le gustaba lo que yo decía ‘acerca de’ que comprar la ilusión y me prometí no vender ilusiones, sino gestarlas a través del estímulo auditivo que es la palabra ayudado por el estímulo visual. La palabra es lo que más transmite y lo que más comunica. Eso fue el comienzo y después estuve como un año pensando ‘por qué no bajo al subte’ y un día bajé. Cuando bajé, había uno de seguridad del subte que me miró y me preguntó ‘qué andás haciendo’. Le dije ‘la verdad es que quiero hacer magia’. Le mostré un par de ilusiones de magia y le gustaron tanto que me dijo ‘¿por qué no subís en el próximo subte?’. Y ahí empezó todo. Empecé haciendo juegos de magia con instrucción y secreto. Si alguien quería llevarse un juego, las ilusiones que yo mostraba traían instrucción y secreto. Algunas personas no quisieron. En el siguiente vagón dije ‘si alguien se quiere llevar un juego se lo puede llevar o si no pueden hacer pueden hacer que aparezcan mágicamente monedas en el maletín o billetes en su defecto’. Toda la gente empezó a reírse y resulta que empecé a pasar el maletín, no vendí ningún juego, pero a la gente le gustó el show y todo el mundo puso plata en la gorra. A partir de ahí fui cambiando algunos juegos y otros no, pero empecé a nutrirme de esa espontaneidad, del hecho de poder gestar un show donde no te lo piden, del hecho de poder despertar una situación diferente. El viaje de por sí es un estado de cambio, según lo que dejaste y lo que vas a hacer. Uno siempre en el viaje está pensando en lo que dejó y en lo que va a hacer y entonces no tiene una forma definida. A partir de eso, empecé a jugar con las formas, con lo que era el show y con las palabras. Lo que había leído influyó casi en un 100% de lo que podía hablar. Uno puede reconocer y asociar sólo sobre lo que conoce y sabe y a la gente le empezó a gustar, porque se trataba de un show cándido. Cada palabra era como recitar. Si estuviésemos en otro tiempo sería una especie de juglar. Me pararía en una plaza y no hablaría, porque recito. No puedo dejar que un segundo la gente piense, tenga otra realidad o le pase algo porque sale de la ilusión. Es como que se desencantan. Recito en voz alta cada ilusión y cada frase y a la gente le va llegando y va reconociéndose en esas frases. Para la persona que no estaba viendo pero estaba escuchando es como un timbre para que levante la vista y se sienta. Es el despertar.
¿Recordás alguna situación que te haya marcado en alguno de los viajes?
Una vez veníamos en el subte y más o menos por estación Carranza el subte se queda parado y se disminuyen las luces. Quedaron las luces de emergencias. Yo estaba haciendo el show y seguí haciéndolo y como la gente estaba viendo el show en ningún momento se percató de que el subte se había parado. Cuando se percató de que estaba parado, empezaron a mirar para los costados y yo les dije ‘es parte del show. Bajamos las luces y ahora sí, siéntanse en un teatro; vivan’. Una vez terminado el show se prenden nuevamente las luces y el subte empieza a arrancar. La gente en ningún momento despuntó malhumor.
¿Y alguna otra?
Otra vez, me bajo en la estación Juramento y agarro la escalera. El show lo finalizo con un ‘mago volvé’. Al ‘mago volvé’ lo gesté porque uno nunca sabe si es bienvenido y si la gente te dice ‘volvé’ al otro día vás con otra onda. No sé si mi show está bien; yo lo expongo o lo presento y como nadie lo pidió lo pueden tomar bien o mal. Para gestar un vínculo social, cuando me bajo todo el mundo tiene que hacer lo mismo y al participar de lo mismo sienten la seguridad de la masa. Cuando bajo riéndome, la gente me dice ‘mago volvé’ y como toda esa gente bajó en la misma estación, seguían gritando desde el anden y yo saludando desde la escalera mecánica mientras iba subiendo. Fue como una visión de haber gestado algo bueno, que esa gente volviera a creer en algo. La gente necesita volver a creer y a tener héroes. No digo que yo lo sea, pero alguien que le caiga bien, que pueda enumerar cosas que hacen al ser humano al que aspiramos. Cuando podés gestar un estímulo en alguien, para mí la devolución es el doble, porque puedo sentirme bien y así seguir gestándolo.
Vos decís que “cada evento restablece el vínculo social”¿Cómo traducís esa idea?
El ser humano es un ser sociable. Por más que sea el más austero, necesita de la compañía de austeros. ¿Para qué? Para ser austeros con el mundo. Siempre todo el mundo trata de juntarse con la gente. Todo evento lo que hace es unir a la gente. Uno puede estar consciente o inconsciente de esa unión. Un viaje en subte une a la gente, pero a su vez es inconsciente. Si bien se sientan y están en un mismo vagón, nadie te ve, nadie se observa y tratan en lo posible de hacer como que no hay nadie más. Tratan de pensar que están viajando ellos y nadie más. Al ver eso, traté de ver cómo hacer que cambie y poder darles eso de reestablecer el vínculo por un momento. Que gente que no se conoce actúe en sociedad y actuar en sociedad es respetar al que está al lado y que haya una buena química. Si al principio de los tiempos la gente se hubiese unido y hubiera vivido en fraternidad, no se hubieran perdido culturas y sabríamos más de lo que sabemos. E inclusive yo haría un show mejor. Si esa gente se hubiera unido la sociedad sería otra. El mundo y la concepción del mundo, humanidad y sociedad es una idea que está implícita pero no aplicada. Si estamos hablando aquí y todo está tranquilo en otra parte del mundo se están bombardeando. Antes había guerras y soldados y ahora también; había grandes pestes y ahora también. Lo único que hay ahora y no había antes son más denominaciones. Y eso hace que la gente pueda clasificar un montón de cosas. Un nombre ahora se toma como un nombre y nada más, pero antes significaba algo. El poder denominar algo le da la seguridad al ser humano de algo conocido. Mientras vos lo conozcas, lo vas a poder denominar aunque te haga bien o mal. El hecho de no conocerse, hace que la gente se encapsule.
¿Estudiaste alguna carrera humanística?
He leído y he vivido. Pude llegar al conocimiento a partir de vivenciar y darme cuenta de lo que pasa. Cuando terminé el secundario, me pasé como dos años leyendo todos los días. Me gustaba leer filosofía en ese momento. Todos los días juntaba frutas, agua mineral y libros en una mochila, me iba a una plaza y no necesitaba más. Después leía y sentía que podía navegar en esa lectura. Me sentía parte del libro y podía sentir que lo entendía. Después tuve un tiempo que no hablaba una sola palabra. Estaba como abstemio a la palabra. Cuando pude reproducir todo eso pude generar un show. Siempre me gustó leer filosofía y sociología. Apuntes, libros propios y también libros recomendados. Tampoco es que haya leído toda mi vida. Lamentablemente descubrí tarde. Pero nunca es tarde. El ser humano se activa a partir de los conocimientos que tiene y a partir de las cantidades de cosas que conoce puede denominar y asociar. Y a partir de esa asociación puede transformar y no simplemente adoptar lo que le dicen. Más que ser parte del contexto, hacerlo, generarlo o gestarlo. De uno depende hacerlo o no.
¿Quiénes son tus referentes?
Nunca me había puesto a pensar en grandes referentes. Cada uno de los seres humanos tenemos un montón de vivencias por lo que podríamos representar a ese héroe o ese villano. Mucha gente tiene cosas para valorar. Todo aquel que pueda gestar un buen estímulo y ese buen estímulo sea reconocido y cause algo entre toda la gente y pueda unirnos en algo en nombre de… Me parece que está bueno. Nunca fui muy afín a esas cosas que nos van separando. Todo de por sí separa. El mundo está separado por continentes y de cada continente nos lleva a una propia visión. Esa visión que quieren que veamos. Dentro de ese continente hay países y dentro de esos países nos llega una pequeña visión de lo que pasa en ese país, de algo con qué asociarlo. Y dentro de esos países hay provincias y de esas partes de ese país nos llegan poquitas cosas. Y la misma gente lo que hace es renegar de ese país, de esos ciudadanos o conciudadanos. Y dentro de esas provincias hay ciudades contra ciudades. Fijate lo que pasa, ‘que nosotros estamos contra estos, contra aquellos’. Es lo que nunca pude llegar a entender. Si bien estamos viviendo en una sociedad, ¿por qué esa separación? Y dentro de esas ciudades hay barrios y siempre hay un barrio contra otro, ‘que no se aparezcan por acá’. Y dentro de esos barrios hay calles y siempre es una calle contra otra. Y dentro de esas calles hay edificios y siempre hay un vecino contra otro y la gente está buscando a aquel malo o a aquel bueno. Se trata de historias repetidas. ¿Por qué no forjar la historia verdadera? Cada persona tiene una pequeña cosa para agarrar y argumentar. Cada uno de nosotros somos partes de ese rompecabezas de la vida; nadie tiene la parte entera. Todo el mundo tiene una pequeña parte. Si pudiésemos unir eso llegaríamos a la idea en sí o por lo menos a la concepción de una idea, de una pequeña verdad. Porque no hay verdades sino mejores respuestas. En este caso la mejor respuesta es aquella que puedas entender o adoptar.
Una reflexión final…
Me gustaría que estén despiertos a cada momento de la vida. Si bien cada segundo que pasa es un segundo que muere, por qué no vivirlo como el mejor de los momentos.
Autor: José Yapor
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