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La locomotora del oeste

“Como socios, todos somos iguales”

María Pino contó la experiencia vivida por los trabajadores de la Cooperativa La Nueva Esperanza, empresa recuperada dedicada a la fabricación de grisines

 

   Grissinopoli forma parte de la larga lista de empresas de capitales nacionales desaparecidas, como consecuencia de las políticas recesivas implementadas hasta los primeros años de esta década. En el establecimiento ubicado en el barrio porteño de Chacarita, especializado en la fabricación de grisines, trabajaban poco más de 20 operarios. Hombres y mujeres amenazados por el fantasma de la desocupación, que un día decidieron plantarse frente una cruda realidad para intentar empezar de nuevo.

   María Pino, integrante de la Cooperativa La Nueva Esperanza, cuenta los pormenores de una historia recogida por el cine nacional, a través de un documental dirigido por Darío Doria con guión de Luis Camardella.

¿Cómo surge la experiencia de la cooperativa?

   El proceso comienza en el año 2000, cuando la empresa empieza a tener problemas financieros y deja de pagar los sueldos. La empresa va a concurso de acreedores, pero no consigue ningún acuerdo. El 3 de junio de 2002, nos debían varios meses y hasta años de sueldos. La gente pide un adelanto de dinero y le dicen que no hay plata; entonces, decide parar la producción y, además, quedarse en la fábrica. Esto lo hace la gente de producción. Cuando llegamos los de administración nos preguntan cuál es nuestra postura y decimos que aceptamos lo que ellos han resuelto, con la única condición –en el caso mío- que yo no me quedaría a dormir en la empresa. Vivo a seis cuadras de aquí, me iba a dormir a mi casa, pero venía todos los días. Sábados y domingos también.

¿Qué actitud tuvieron los vecinos con respecto a la lucha que ustedes sostenían en defensa de sus fuentes de trabajo?

   Cuando comenzamos la huelga estuvimos siete días encerrados y luego salimos a la calle con pancartas y carteles para dar aviso a la comunidad de lo que estaba pasando. Los primeros en acercarse fueron los vecinos y tuvimos mucha colaboración y apoyo. Acá no había plata, era pleno invierno, hacía frío y no teníamos comida. Los vecinos aportaron azúcar, yerba y pan. Además, acá cerca, en la avenida Córdoba, hay un supermercado que también nos ayudó con bolsas de comida. Luego se empezó a cobrar el seguro de desempleo y el gobierno entregaba cajas con alimentos, que algunos recibían. No todos, pero la mayoría recibía eso.

¿Cómo sigue la historia después de esos primeros pasos?

   Ahí comienza un proceso de reclamo. Los dueños anteriores habían perdido todo, al no conseguir el acuerdo. Ahí comienza un acuerdo con un abogado que nos asesora. El deseo nuestro era mantener la fuente de trabajo. Todos los que estábamos acá éramos gente grande y con mucha antigüedad. Nos tuvimos que ubicar un poquito de acuerdo a lo que era la situación económica del país en el 2002, después del crack de diciembre de 2001. Todo ayudaba para que uno no pudiera conseguir trabajo en otro lado. Cuando comenzamos la huelga éramos 24 personas. Después 8 se fueron porque creyeron que no iban a llegar a nada y se fueron a trabajar de cartoneros, un trabajo bastante difícil. Los 16 que quedamos, asesorados por el abogado Luis Caro, formamos la cooperativa. Mientras tanto, se fue hablando a los legisladores de la Ciudad de Buenos Aires para que nos dieran permiso para trabajar. Queríamos que todo fuera legal. En noviembre de 2002 se consigue la Ley 910, por la que nos dan prestado (el establecimiento) por dos años para trabajar. El INAES también en noviembre nos otorga la matrícula. El 27 de diciembre de 2002 hacemos la inauguración oficial de la cooperativa.

Volver a empezar

No habrá sido una tarea simple comenzar a producir y vender grisines…

   Empezamos muy de a poquito, comprando 4 bolsitas de harina cada 10 o 15 días. Había que hacer un trabajo de hormiga para conseguir clientes. Primero para recuperar a los que habíamos perdido. Muchos habían desaparecido por la crisis y otros habían hecho acuerdos de exclusividad con la competencia. Ese fue el trabajo, sobre todo de la administración: ir formando la clientela de nuevo y, poco a poco, afianzarnos en el mercado. Los dos años que nos había dado la ley eran muy pocos para afianzarnos y poder seguir adelante. Antes de que se venciera el plazo de la ley, volvimos a visitar a los legisladores y, en noviembre de 2004, nos otorgan una ley con expropiación definitiva. Es la Ley 1.529. A partir de ahí ya estamos seguros de que esto está expropiado. La Ley dice que tenemos que pagar esto en 20 años, pero todavía no se reglamentó.

¿A quién le tienen que pagar?

   En la ley de concursos de acreedores hay un artículo que se llama cramdown. El gobierno le va a pagar una indemnización a la firma que le estuvo pagando a los acreedores y nosotros tenemos que pagarle al gobierno. En el 2008, tres veces vino gente del Banco Ciudad de Buenos Aires para hacer la tasación del edificio, pero hasta ahora no hemos firmado ningún acuerdo.

¿Cómo es la convivencia diaria entre los integrantes de la cooperativa, convertidos en nuevos dueños de la empresa?

   La parte humana es la más difícil de todas. Como socios, todos somos iguales; no hay categorías y del primero hasta el último cobramos igual por ocho horas de trabajo. Si alguno trabaja horas extras, va a tener un plus por esas horas extras. Lo más difícil es congeniar. En las asambleas se discuten los temas, se vota y lo que decide la mayoría se acepta.

   Comenzamos 16 y en este momento somos 14. Desgraciadamente la tesorera que tuvimos al principio metió la mano en la lata y hubo que destituirla, excluirla de la cooperativa. Otra persona falleció. Tenemos colaboradores de otras cooperativas que nos ayudan cuando tenemos más trabajo.

¿Qué características tienen los productos que fabrican?

   Fabricamos grisines malteados, sin sal, de salvado y cebolla. Tenemos el grisín de restaurante, que en Capital Federal está en muchas partes. Además, hacemos un producto para otra empresa, que se llama trabajo a fasón. Esa empresa nos trae toda la materia prima y el envase; nosotros fabricamos y cobramos el servicio de fabricación, pero no podemos comercializar ese producto. Es un producto creado por técnicos en alimentación de esa empresa. Son fajitas con sabor a pizza y a cebolla.

¿Con qué estrategias enfrentaron la crisis?

   El momento es muy difícil. Veníamos bastante bien, apuntando hacia arriba, pero este año (por 2009) las ventas bajaron. Hemos puesto vendedores en el interior y eso nos ha ayudado en las ventas.

Autor: José Yapor

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