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La locomotora del oeste

Arte y cultura

Reconocimiento de Diputados a Edgar Frígoli y al libro de Yapor

Fue por la propuesta presentada por el diputado moquehuense Guillermo Britos

Diario La Razón de Chivilcoy
Sábado, 22 de noviembre de 2014
Reconocimiento de Diputados a Edgar Frígoli y al libro de Yapor

José Yapor, Guillermo Britos y Edgar Frígoli.

La Cámara de Diputados de la Provincia declaró de Interés el libro "El intendente que volvió a los andamios", de José Yapor, oportunidad en que se hizo un reconocimiento al ex intendente Edgar Angel Frígoli.

El proyecto del diputado Guillermo Britos fue tratado en la sesión de del jueves, con un homenaje que contó con la presencia de Frígoli y Yapor, quienes siguieron el acontecimiento desde el palco principal de la Cámara.

El proyecto de Britos destaca el valor del libro que rescata la trayectoria de Frígoli.

El homenaje se inició con palabras del Diputado Britos, quien hizo un emotivo repaso por los acontecimientos más relevantes de la vida de Frígoli.

Recordó sus comienzos en la militancia peronista en su pueblo, Moquehuá, localidad que lo tiene como uno de sus hijos más distinguidos, de la que también es oriundo Britos.

Además resaltó las cualidades que tuvo como intendente. Señaló que Frígoli consiguió la radicación de la Universidad de Luján en Chivilcoy, el inicio de la Ruta 30, tomó posesión del predio donde se hizo el Parque Martija y efectuó una valiosa obra pública, destacando lo que significó el asfalto para Moquehuá.

El mensaje de Britos puso el acento en las cualidades de Frígoli como hombre de bien, subrayando que al verse obligado a dejar la gestión -por el golpe militar- volvió a trabajar como albañil hasta el día de su jubilación.

Britos también hizo hincapié en el trabajo del autor del libro, que rescata la figura de un hombre que es orgullo para los chivilcoyanos y un ejemplo a seguir.

También dirigió un mensaje la diputada Graciela Rolandi, quien destacó el proyecto de Britos, a quien agradeció la oportunidad de hacer este reconocimiento.

Resaltó la calidad humana de Frígoli, con quien tuvo la oportunidad de compartir la militancia, así como la labor del autor del libro José Yapor.

Por último el proyecto fue aprobado con el voto unánime de la Cámara, que cerró su homenaje con un aplauso.

Posteriormente Frígoli dijo a la prensa que recibía con emoción esta distinción y agradeció la iniciativa del Diputado Britos.

“Es como contar a nuestros abuelos con amor”

El actor Daniel Miglioranza, integrante del elenco de  “El conventillo de la Paloma”, destacó el éxito de la puesta en escena del sainete de Alberto Vaccarezza, que hasta el 9 de marzo se puede ver en Mar del Plata.

Por José Yapor

 

   “¿Entrás? Dale, te espero…”, dijo el hombre mirando hacia atrás, con gesto amable, mientras sostenía la pesada puerta de vidrio. “Nunca me hubiera imaginado que un actor de renombre iba a esperar con la puerta abierta a este ilustre desconocido”, agradeció el otro, guiñando su ojo derecho y buscando la complicidad del encargado eventual del edificio, testigo privilegiado de la escena.

   Segundos después, siempre en un clima de buen humor, el diálogo se prolongaría en uno de los ascensores “del fondo”, que conduciría  a ambos vecinos a sus respectivos departamentos para vivir las últimas horas de la jornada y empezar a pensar en “el día después”. Los protagonistas, que quedaron en volver a encontrarse, no son otros que el actor Daniel Miglioranza y el autor de esta nota.

      De su infancia en Carlos Keen, localidad del partido de Luján, Daniel recuerda “los olores del campo. Yo nací en el campo; toda esa inocencia que viví me trae los olores de las fiestas. Cuando de muy pibe iba a la estancia de los Achával, donde tenía mi yegüita, ‘La Rubia’. Y también recuerdo a mi vieja (María Angélica Campero) enseñándome recitados criollos, antes de aprender a leer. Los recitados que aún recuerdo, de Boris Elkin. Una infancia linda, feliz, compartida con mi hermano Alcides, en un pueblito que era mi Macondo, como para García Márquez”.

   Cuenta que “cuando el tren dejó de pasar, quedaron nada más que la fábrica de fideos y la fábrica de dulce de leche, donde laburaba mi viejo (Marcelino). Por eso, yo soy fanático del dulce de leche. Se fabricaba dulce de leche y quesos. Sobre todo el repostero, pero también salía el común, en esos envases de cartón. Con mi hermano íbamos a visitar a mi viejo a la fábrica y veíamos cómo se hacía el dulce de leche en esas ollas enormes, las ollas pail. Mi viejo era oficial pailero. Era toda una experiencia muy dulce”, evoca entre risas.

   “A los dieciocho o veinte años ya vivía en Luján y estudiaba en Buenos Aires. Descubrí  a García Márquez e hice mi primer cortometraje, ‘La prodigiosa tarde de Baltazar’, y lo filmé en Carlos Keen”, relata sobre sus primeros pasos en el mundo de la actuación.

 “El conventillo de la Paloma”

   Por estos días, Daniel Miglioranza integra el elenco de “El conventillo de la Paloma”, sainete de Alberto Vaccarezza, que hasta el 9 de marzo se puede ver en la sala del Teatro Mar del Plata, en Avenida Luro 2335 de la ciudad balnearia.

    A modo de evaluación, cuando recién comienza a despuntar la segunda quincena de enero, Daniel subraya que “estamos muy felices. Hicimos tres temporadas en Buenos Aires, en el Cervantes, con mucho éxito. Ultimamente como un suceso, porque el Cervantes no se llenaba hasta la tertulia desde el año ’41, con el Martín Fierro de (Elías) Alippi. Siempre teníamos la expectativa de venir a Mar del Plata y, por una razón o por otra, por ahí no se daba. Gracias al esfuerzo del Cervantes y de Carlos Rottemberg, se pudo concretar esta vez. Somos veintiocho artistas en escena. La escenografía, de René Diviú, está muy buena. Hay músicos en escena. Toda la escenografía se trasladó tal cual estaba en el Cervantes. Viajó el mismo grupo, tanto los protagonistas como el ensamble; no se desarmó el grupo”, destaca.

   Asegura que “las críticas fueron muy buenas y la gente se ha ido muy contenta. Como siempre, para nosotros es una alegría hacerla y nos damos cuenta de lo que pasa por la gente. Estamos chochos, porque el espectáculo está saliendo muy bien”.

   Al referirse al contenido de “El conventillo de la Paloma”, Miglioranza recurre al contexto histórico y explica que “los conventillos estaban habitados por personajes de distintos orígenes étnicos: el polaco, el español, el italiano, el turco, el compadrito… Había de todo. El sainete de pura fiesta, que sería este, consta de  tres partes. La primera es la presentación del conflicto. Todo el mundo alborotado. El tano –Seriola, que hago yo- es el encargado del conventillo y el gallego –Fito Yanelli- está medio alborotado por la llegada de la Paloma -Ana María Cores-, una nueva inquilina. Todas nuestras mujeres, celosas de la historia, inventan con Villa Crespo –Horacio Peña, que sería el guapo- la historia que ellas empiezan a entrar en el baile con otros hombres y nos hacen poner celosos. El segundo acto, en la estructura clásica del sainete, es siempre en verso. Estos paparulos van a cantarle su amor a la Paloma en el balcón, como Romeo y Julieta. El tercer acto es de pura fiesta, musical. Ahí es donde se arma el baile y se produce el desenlace: aparece un chico, Paseo de Julio, el otro guapo que andan buscando porque la mina se rajó, porque el tipo la fajaba… El guapo Villa Crespo lo desafía, hace que la Paloma se quede y se queda con la Paloma. Sello final: se enamora de la Paloma y la Paloma se enamora de él. Los demás nos quedamos con la boca abierta; los tontos volvemos con nuestras mujeres, que nos hicieron creer que nos metían los cuernos. Una anécdota simple, pero con mucha inocencia, que muestra la alegría del juego. De cómo se hacía en ese tiempo y cómo se hace ahora también; el juego clownesco de estos personajes, que es como contar a nuestros abuelos con amor”, concluye.

 

Vista del público en la presentación de

Vista del público en la presentación de

Tapa del libro presentado en Chivilcoy, el 12/10/13.

Tapa del libro presentado en Chivilcoy, el 12/10/13.

Fue presentado el libro "El Intendente que volvió a los andamios"

Fue presentado el libro "El Intendente que volvió a los andamios"

   El sábado 12 de octubre, en el Museo de Artes Plásticas "Pompeo Boggio", de Chivilcoy (BA), fue presentado el libro "El Intendente que volvió a los andamios - Edgar Angel frígoli".

   Ante un importante marco del público, el autor del libro, José Yapor, estuvo acompañado en el panel por el ex intendente Jorge Juancorena; el moquehuense José Luis Rodríguez (ex profesor de Frígoli); el historiador Juan Larrea; el director del Archivo Literario Municipal, Carlos Armando Costanzo y el propio homenajeado.

   Edgar Frígoli nació en Moquehua (partido de Chivilcoy), a fines de 1932. Fue concejal justicialista a mediados de la década del '60 y, en 1973, fue elegido intendente municipal por el Frente Justicialista de Liberación (Frejuli).

   Durante su gestión, se pavimentaron 33 cuadras en Moquehua, fue abierta la traza de la Ruta Provincial Nº 30 entre Chivilcoy y Roque Pérez, se instaló en Chivilcoy el centro regional de la Universidad Nacional de Luján y el municipio realizó los primeros trabajos de arbolado y demarcación en el predio del Parque Lacunario "Alejandro Martija". 

   Tras ser destituido de su cargo por la dictadura cívico-militar, en 1976, Frígoli retornó al oficio que heredó de su padre: la construcción. Ese hecho siempre fue reconocido por la comunidad chivilcoyana como muestra irrefutable de su honradez y humildad.

   En la foto, aparecen Frígoli, la diputada provincial Graciela Rolandi (FpV) y el autor del libro, José Yapor.

El mundo del acordeón y una tradición centenaria

El Museo Anconetani del Acordeón funciona en el barrio de Chacarita. Aída Aconetani relató la historia familiar, que se inició con la llegada al país de su abuelo Giovanni.

 

   El Museo Anconetani del Acordeón funciona en el barrio porteño de Chacarita, más precisamente en Guevara 478. En la recorrida, los ocasionales visitantes encontrarán instrumentos musicales, partituras, fotografías y otros objetos que documentan la historia de una familia, que comenzó a escribirse a partir de la llegada al país del inmigrante italiano Giovanni Anconetani.

   Su nieta, Aída Anconetani, cuenta a La locomotora del Oeste que “Giovanni llega de Italia luego de doce o catorce viajes como representante de la firma Paolo Soprano, una de las fábricas más importantes de acordeones del mundo. Primero viene como viajante trayendo acordeones y después se instala. En la provincia de Buenos Aires, en San Martín, instala su primer taller en lo que había sido un gallinero. Después en lo que es hoy Palermo Viejo, hasta que en el año 1918 compra aquí, en la calle Guevara 478, una antigua carpintería y la transforma en la fábrica de acordeones y la casa donde habita con su familia. En el trabajo colaboran su esposa, Elvira Moretti, y sus cinco hijos. La idea de este museo es rendir un tributo a ese fundador de la fábrica de acordeones y al trabajo de sus hijos que, a lo largo de tantos años, tanto han hecho por el desarrollo del acordeón en la Argentina”, enfatiza.

   Explica Aída que “la casa donde funciona el museo consta de varias habitaciones. En la primera vemos fotos familiares, la historia del fundador y partituras, porque ha sido compositor. Un invento que pertenece a los bajos del acordeón, por el cual de bajos sueltos se transforman en acordes. Se llama conversor. Tenemos también un acordeón con distintas partes materiales y una muestra de acordeones de todas las épocas. En esa primera sala también podemos apreciar cartas de clientes y fotos de antiguos acordeones”, detalla.

   “En la segunda sala está la réplica del taller de un luthier, donde se ven las herramientas, materiales y frentes de acordeones hechos en nácar y celuloide, de gran belleza estética –describe-. Después se pasa a un recinto donde hay fotos y un piano que perteneció a uno de los Anconetani. Allí se dan recitales, una cosa que acá en el museo hacemos frecuentemente. Después tenemos una sala con fotos de clientes de todas las épocas y otra donde tenemos unos instrumentos curiosos. Uno de ellos es una sinfonetta, que es como un bandoneón de mesa; también un armonio, una concertina y un acordeón eléctrico de grandes dimensiones. También hay fotos que representan toda la tarea que desarrollaron como orquesta característica los Anconetani, en los años ’60, ‘70 y ‘80. Eso es lo que se puede ver en nuestro museo”, comenta.

 

Tradición familiar

 

   Retomando la historia del fundador, Aída indica que “comienza trabajando solo y, a medida que fue necesitando ayuda, primero la logró de mi abuela. Ella siempre decía que lamentaba el día que dijo que lo podía ayudar. Quedó enganchada en la tarea en el taller. A medida que fueron creciendo sus hijos, uno a uno se fueron incorporando. Hay que entender que un taller de estas características, familiar, requiere de la colaboración de todos. Todos tienen que hacer alguna tarea y aceptar que está el que decide lo hay que hacer y los que hacen. Siempre hemos entendido esa forma de trabajar”, asegura.     

   Cuenta que “cuando vino la generación mía, tres mujeres, al principio no colaborábamos, pero a medida que fueron creciendo nuestros padres nos vinos precisadas a llenar algunos huecos que había que cubrir. Es así que dos de las tres trabajan en el taller y yo me ocupo de la parte contable. Después viene la generación de nuestros hijos. De una forma o de otra todos colaboran con el museo. Salvo uno de ellos, Nazareno Anconetani, que está en el taller. Los demás se ocupan del diseño gráfico, el mantenimiento de la página de Internet, grabaciones, sonido, etcétera. Se perfila ya otra nueva generación, que está ansiosa de ocupar su puesto en el trabajo familiar”, destaca.

   El taller sigue funcionando en el mismo lugar, “a pocos metros del museo, desde 1918”; “prácticamente las instalaciones y las máquinas son las mismas, porque no hay necesidad de incorporar mucha tecnología en un trabajo artesanal como el que siempre se ha hecho. Es un trabajo muy artesanal. Los acordeones que ha fabricado mi familia siempre fueron artesanales; nunca se hicieron en serie”, resalta Aída.

   Al ser consultada sobre los orígenes del museo, nuestra entrevistada recuerda que “comenzamos queriendo hacer un almanaque. Sacamos un montón de fotos y, cuando llegó el momento, era tanto el dinero que había que desembolsar que dijimos no. Se había desocupado esta casa y nos lanzamos a cumplir con el viejo anhelo de la familia, de hacer un museo. Una vez que nos lanzamos, la Dirección de Museos nos puso un museólogo que tiró por tierra con todo lo que habíamos hecho y le dio la idea de museo que tenía que tener”.

   De los hijos de Don Giovanni sólo queda Nazareno, baterista y acordeonista, en ese orden. “El dice que debería figurar en el Guiness, porque se inició a los cinco años y en este momento tiene ochenta y siete y sigue tocando la batería”, señala Aída. 

   Con referencia a los días y horarios de visitas, Aída Anconetani precisa que “estamos los martes y jueves, de 15 a 18:30, pero como tenemos el negocio a pocos metros, somos generosos y si viene alguien del interior, le hacemos la visita al museo. Por las características de este museo, la visita la tiene que hacer un miembro de la familia, porque cada objeto tiene su historia. Y quien mejor que nosotros para contar la historia”, concluye.

Autor: José Yapor

“Todo evento lo que hace es unir a la gente”

Daniel Agustín Quinteros, el mago de la Línea D del Subte, asegura que “la palabra es lo que más transmite y comunica”. Siempre espera que su propuesta “logre gestar un buen estímulo entre la gente”

 

   No viene nada mal un poco de magia. Mucho menos si está acompañada de esas frases que, después de escucharlas, te dejan pensando por un largo rato. No viene nada mal. Más aún, si la propuesta tiene lugar en el viaje de regreso a casa, en algún vagón del subte de la Línea D y después de una agotadora jornada de trabajo.

   No es lo más común que en una gran urbe, donde a veces nos movemos como autómatas e ignoramos a los demás, un tipo proponga que mires al que tenés al lado y el otro haga lo propio con vos.

   Que en un mundo lleno de prejuicios, donde el individualismo parece estar a la orden del día y lo trivial ocupa el centro de la escena mediática, alguien te diga que “todo evento restituye el vínculo social” y que “cada uno de nosotros somos partes de ese rompecabezas de la vida”… ¿Qué querés que te diga? Para el escéptico que nunca falta –y a veces, por desgracia, abunda- quizás no sean más que frases hechas pronunciadas por alguien que “no tiene nada que hacer”. Pero para los que seguimos creyendo en los ideales de una sociedad más justa y en una humanidad más fraterna, con igualdad de posibilidades para todos… esas palabras son bastante más que una bocanada de aire fresco.

   Los andenes de la estación Congreso de Tucumán fueron el lugar elegido para la cita con Daniel Agustín Quinteros, el mago de la Línea D. Con el sonido característico de la llegada y partida de cada formación como fondo, el diálogo fue transcurriendo en un clima ameno, donde lo que menos importaba era eso que tan mal nos pone cotidianamente porque sentimos que casi siempre nos falta: el tiempo. Y fue así, nomás,  que Daniel comenzó hablando de lo que hace desde hace ya varios años.

¿En qué consiste tu propuesta de magia?

   Mi propuesta de magia consiste en un show que sociabilice, que logre gestar un buen estímulo entre la gente. Como es callejero, es un show no esperado, por lo cual tiene dos cosas: me da la libertad de hacer lo que yo pueda y le da la libertad al público para que se pueda bajar si quiere. Por suerte, nadie lo hace. A partir de las ilusiones de magia trato de generar buenos estímulos. A partir de cada ilusión trato que la persona no piense individualmente sino como un ser social. Todo evento hace lo mismo. En un recital, cuando llega la canción que está de moda, una persona se te acerca, te agarra del hombro y empieza a saltar. Y uno no va decir ‘no, no’. Todo evento lo que hace es unir a la gente y la gente siempre necesita la seguridad de la masa. O mejor dicho la aceptación de la masa, porque a partir de esa aceptación el ser humano puede desenvolverse tranquilamente. Si no es como que uno siempre se está escondiendo o tratando de encapsularse.

¿Y por qué nos pasa esto?

   Nadie sabe cómo ser, por lo cual no hay un modo de ser estipulado. Hay tantas maneras de ser como personas diferentes hay en el mundo. El miedo a la no aceptación hace que la persona se ponga como en un cuarto o se encapsule y ese encapsulamiento le da a su vez la seguridad de no ser visto. El ser humano desde que nace tiene angustias existenciales. Sabe que nada se vive todo y según cómo haya sido su por qué, le da estabilidad para ser o no ser. Cuando uno está en una masa o un contexto donde lo conocen, puede desinhibirse y hablar mucho más tranquilo, pero cuando a uno no lo conocen, se encapsula tratando de cuidar la forma. Esa forma es la forma en que uno se piensa. Uno cada mañana se levanta, se viste o se disfraza de lo que se piensa, porque quieras o no estamos en el teatro de la vida y cada quien se representa según como se piensa.

¿Cómo surgió esta idea tan original?

   Al principio no pensé en gestar un show. No me enseñaron a hacer un show y al poco tiempo fui a aprender teatro. Un día estaba haciendo magia, tenía una mesita y vendía juegos de magia por Florida y Lavalle; después por Once y después me dije que no me gustaba vender ilusiones. Veía que a la gente le gustaba lo que yo decía ‘acerca de’ que comprar la ilusión y me prometí no vender ilusiones, sino gestarlas a través del estímulo auditivo que es la palabra ayudado por el estímulo visual. La palabra es lo que más transmite y lo que más comunica. Eso fue el comienzo y después estuve como un año pensando ‘por qué no bajo al subte’ y un día bajé. Cuando bajé, había uno de seguridad del subte que me miró y me preguntó ‘qué andás haciendo’. Le dije ‘la verdad es que quiero hacer magia’. Le mostré un par de ilusiones de magia y le gustaron tanto que me dijo ‘¿por qué no subís en el próximo subte?’. Y ahí empezó todo. Empecé haciendo juegos de magia con instrucción y secreto. Si alguien quería llevarse un juego, las ilusiones que yo mostraba traían instrucción y secreto. Algunas personas no quisieron. En el siguiente vagón dije ‘si alguien se quiere llevar un juego se lo puede llevar o si no pueden hacer pueden hacer que aparezcan mágicamente monedas en el maletín o billetes en su defecto’. Toda la gente empezó a reírse y resulta que empecé a pasar el maletín, no vendí ningún juego, pero a la gente le gustó el show y todo el mundo puso plata en la gorra. A partir de ahí fui cambiando algunos juegos y otros no, pero empecé a nutrirme de esa espontaneidad, del hecho de poder gestar un show donde no te lo piden, del hecho de poder despertar una situación diferente. El viaje de por sí es un estado de cambio, según lo que dejaste y lo que vas a hacer. Uno siempre en el viaje está pensando en lo que dejó y en lo que va a hacer y entonces no tiene una forma definida. A partir de eso, empecé a jugar con las formas, con lo que era el show y con las palabras. Lo que había leído influyó casi en un 100% de lo que podía hablar. Uno puede reconocer y asociar sólo sobre lo que conoce y sabe y a la gente le empezó a gustar, porque se trataba de un show cándido. Cada palabra era como recitar. Si estuviésemos en otro tiempo sería una especie de juglar. Me pararía en una plaza y no hablaría, porque recito. No puedo dejar que un segundo la gente piense, tenga otra realidad o le pase algo porque sale de la ilusión. Es como que se desencantan. Recito en voz alta cada ilusión y cada frase y a la gente le va llegando y va reconociéndose en esas frases. Para la persona que no estaba viendo pero estaba escuchando es como un timbre para que levante la vista y se sienta. Es el despertar.

¿Recordás alguna situación que te haya marcado en alguno de los viajes?

   Una vez veníamos en el subte y más o menos por estación Carranza el subte se queda parado y se disminuyen las luces. Quedaron las luces de emergencias. Yo estaba haciendo el show y seguí haciéndolo y como la gente estaba viendo el show en ningún momento se percató de que el subte se había parado. Cuando se percató de que estaba parado, empezaron a mirar para los costados y yo les dije ‘es parte del show. Bajamos las luces y ahora sí, siéntanse en un teatro; vivan’. Una vez terminado el show se prenden nuevamente las luces y el subte empieza a arrancar. La gente en ningún momento despuntó malhumor.

¿Y alguna otra?

   Otra vez, me bajo en la estación Juramento y agarro la escalera. El show lo finalizo con un ‘mago volvé’. Al ‘mago volvé’ lo gesté porque uno nunca sabe si es bienvenido y si la gente te dice ‘volvé’ al otro día vás con otra onda. No sé si mi show está bien; yo lo expongo o lo presento y como nadie lo pidió lo pueden tomar bien o mal. Para gestar un vínculo social, cuando me bajo todo el mundo tiene que hacer lo mismo y al  participar de lo mismo sienten la seguridad de la masa. Cuando bajo riéndome, la gente me dice ‘mago volvé’ y como toda esa gente bajó en la misma estación, seguían gritando desde el anden y yo saludando desde la escalera mecánica mientras iba subiendo. Fue como una visión de haber gestado algo bueno, que esa gente volviera a creer en algo. La gente necesita volver a creer y a tener héroes. No digo que yo lo sea, pero alguien que le caiga bien, que pueda enumerar cosas que hacen al ser humano al que aspiramos. Cuando podés gestar un estímulo en alguien, para mí la devolución es el doble, porque puedo sentirme bien y así seguir gestándolo.

Vos decís que “cada evento restablece el vínculo social”¿Cómo traducís esa idea?

   El ser humano es un ser sociable. Por más que sea el más austero, necesita de la compañía de austeros. ¿Para qué? Para ser austeros con el mundo. Siempre todo el mundo trata de juntarse con la gente. Todo evento lo que hace es unir a la gente. Uno puede estar consciente o inconsciente de esa unión. Un viaje en subte une a la gente, pero a su vez es inconsciente. Si bien se sientan y están en un mismo vagón, nadie te ve, nadie se observa y tratan en lo posible de hacer como que no hay nadie más. Tratan de pensar que están viajando ellos y nadie más. Al ver eso, traté de ver cómo hacer que cambie y poder darles eso de reestablecer el vínculo por un momento. Que gente que no se conoce actúe en sociedad y actuar en sociedad es respetar al que está al lado y que haya una buena química. Si al principio de los tiempos la gente se hubiese unido y hubiera vivido en fraternidad, no se hubieran perdido culturas y sabríamos más de lo que sabemos. E inclusive yo haría un show mejor. Si esa gente se hubiera unido la sociedad sería otra. El mundo y la concepción del mundo, humanidad y sociedad es una idea que está implícita pero no aplicada. Si estamos hablando aquí y todo está tranquilo en otra parte del mundo se están bombardeando. Antes había guerras y soldados y ahora también; había grandes pestes y ahora también. Lo único que hay ahora y no había antes son más denominaciones. Y eso hace que la gente pueda clasificar un montón de cosas. Un nombre ahora se toma como un nombre y nada más, pero antes significaba algo. El poder denominar algo le da la seguridad al ser humano de algo conocido. Mientras vos lo conozcas, lo vas a poder denominar aunque te haga bien o mal. El hecho de no conocerse, hace que la gente se encapsule.

¿Estudiaste alguna carrera humanística?

   He leído y he vivido. Pude llegar al conocimiento a partir de vivenciar y darme cuenta de lo que pasa. Cuando terminé el secundario, me pasé como dos años leyendo todos los días. Me gustaba leer filosofía en ese momento. Todos los días juntaba frutas, agua mineral y libros en una mochila, me iba a una plaza y no necesitaba más. Después leía y sentía que podía navegar en esa lectura. Me sentía parte del libro y podía sentir que lo entendía. Después tuve un tiempo que no hablaba una sola palabra. Estaba como abstemio a la palabra. Cuando pude reproducir todo eso pude generar un show. Siempre me gustó leer filosofía y sociología. Apuntes, libros propios y también libros recomendados. Tampoco es que haya leído toda mi vida. Lamentablemente descubrí tarde. Pero nunca es tarde. El ser humano se activa a partir de los conocimientos que tiene y a partir de las cantidades de cosas que conoce puede denominar y asociar. Y a partir de esa asociación puede transformar y no simplemente adoptar lo que le dicen. Más que ser parte del contexto, hacerlo, generarlo o gestarlo. De uno depende hacerlo o no.

¿Quiénes son tus referentes?

   Nunca me había puesto a pensar en grandes referentes. Cada uno de los seres humanos tenemos un montón de vivencias por lo que podríamos representar a ese héroe o ese villano. Mucha gente tiene cosas para valorar. Todo aquel que pueda gestar un buen estímulo y ese buen estímulo sea reconocido y cause algo entre toda la gente y pueda unirnos en algo en nombre de… Me parece que está bueno. Nunca fui muy afín a esas cosas que nos van separando. Todo de por sí separa. El mundo está separado por continentes y de cada continente nos lleva a una propia visión. Esa visión que quieren que veamos. Dentro de ese continente hay países y dentro de esos países nos llega una pequeña visión de lo que pasa en ese país, de algo con qué asociarlo. Y dentro de esos países hay provincias y de esas partes de ese país nos llegan poquitas cosas. Y la misma gente lo que hace es renegar de ese país, de esos ciudadanos o conciudadanos. Y dentro de esas provincias hay ciudades contra ciudades. Fijate lo que pasa, ‘que nosotros estamos contra estos, contra aquellos’. Es lo que nunca pude llegar a entender. Si bien estamos viviendo en una sociedad, ¿por qué esa separación? Y dentro de esas ciudades hay barrios y siempre hay un barrio contra otro, ‘que no se aparezcan por acá’. Y dentro de esos barrios hay calles y siempre es una calle contra otra. Y dentro de esas calles hay edificios y siempre hay un vecino contra otro y la gente está buscando a aquel malo o a aquel bueno. Se trata de historias repetidas. ¿Por qué no forjar la historia verdadera? Cada persona tiene una pequeña cosa para agarrar y argumentar. Cada uno de nosotros somos partes de ese rompecabezas de la vida; nadie tiene la parte entera. Todo el mundo tiene una pequeña parte. Si pudiésemos unir eso llegaríamos a la idea en sí o por lo menos a la concepción de una idea, de una pequeña verdad. Porque no hay verdades sino mejores respuestas. En este caso la mejor respuesta es aquella que puedas entender o adoptar.

Una reflexión final…

   Me gustaría que estén despiertos a cada momento de la vida. Si bien cada segundo que pasa es un segundo que muere, por qué no vivirlo como el mejor de los momentos.

Autor: José Yapor