Blogia
La locomotora del oeste

El intendente que volvió a los andamios

Anticipo del libro de José Yapor sobre las memorias de Edgar Angel Frígoli

 

   Angel Frígoli nació en Pizzeghetone, provincia de Cremona, localidad del norte italiano ubicada cerca del Río Po, de la frontera con Suiza y de los Alpes. Finalizada la Primera Guerra Mundial, aquel joven que estuvo alistado en el frente de combate y fue prisionero durante poco más de un año, buscó mejores horizontes en América del Sur, siguiendo consejos familiares. Se estableció en Moquehua, partido de Chivilcoy, donde trabajó como constructor.

   Teodora Aurea Aire (Airé por su fonética) nació en Norberto de la Riestra, partido de 25 de Mayo, localidad vecina de Moquehua. Descendiente de vascos por la vía paterna, Teodora se crió en un campo donde su padre, Saturnino, se desempeñaba como encargado.

   El destino quiso que ambas historias convergieran en un poblado pequeño de la pampa bonaerense. Angel y Teodora fueron los pilares de una familia numerosa, que vio la luz y creció en Moquehua. De esa unión nacieron cuatro mujeres y un varón: Lidia Regina, Nélida Ester, Angela Paulina, Elva Natividad (“China”) y Edgar Angel.

   En aquel hogar donde todo se conseguía gracias al esfuerzo, al menor de los hermanos – nacido el 22 de noviembre de 1932- lo llamaban “El Nene”, expresión cariñosa que se convirtió en una suerte de apodo que lo acompaña desde hace ocho décadas. Además de su segundo nombre, Edgar heredó de su padre el oficio de albañil. La temprana partida del inmigrante italiano, convirtió al hijo adolescente en su natural heredero y también en el principal sostén de la familia.

   “Pasé una infancia bastante buena, para aquellos tiempos en los que afloraban la humildad y la pobreza –cuenta Edgar-. Los que se veían bien eran las personas que tenían bastante campo y venían al pueblo lógicamente con otras perspectivas. Mi papá era constructor y, así y todo, no podíamos nadar en la abundancia ni mucho menos. Llevábamos una vida muy austera. Eramos cinco hijos –cuatro mujeres y yo- y en un momento fuimos los cinco a la escuela. Y claro, se ponía pesado para mi viejo, que era el único que trabajaba afuera. Mamá, a la fuerza, tenía que estar en la casa. Los cinco en la escuela significaban cinco guardapolvos, cinco libros y cuadernos”.

   Al recordar el Moquehua de antaño, Frígoli comenta que “los principales negocios eran las casas Méndez, Falabella y Cavallieri. Las tres tenían la sección de mercadería que la gente compraba a diario. Todas trabajaban muy bien. Tenían libretas y los chacareros sacaban todo el año. Tanto Méndez como Falabella tenían más de cuatrocientas libretas cada uno; clientes firmes. Había una casa más chica, que también compraba cereales. Era de Aurelio Balbín, primo de Ricardo (el líder radical). Un hijo, que se llama Raúl y en la barra le decíamos ‘Cacho’, se fue para La Plata. Primero estuvo radicado en Merlo y ahí tuvo un diario”.

   “Llegaba el tren de Buenos Aires a las doce –precisa Edgar-. Nos juntábamos todos en la estación. Recibía los diarios Miguel Ampudia, que era un ídolo en Moquehua por sus famosos cuentos. ¡Si habrá contado cuentos Miguel! A veces, el tren venía con una hora de atraso y Miguel contaba cuentos apoyado en una ventana. A las dos de la tarde pasaba el otro tren, que iba para Buenos Aires. A las seis de la mañana llegaba ‘el local’, como le decíamos nosotros. Corría todos los días y oficiaba de carguero. Cargaba leche en todas las estaciones y tardaba como cinco horas”.

   En el mes de junio de 1961, el gobierno provincial encabezado por Oscar Alende dispuso la creación de la escuela secundaria en Moquehua, mediante el Decreto Nº 2.459. En 1965, egresó la primera promoción de maestros y Frígoli fue uno de sus integrantes.

   Para poder asistir diariamente a las aulas, el joven albañil tuvo que ingeniárselas: “Compré un caballo en lo de Follis, que ya no usaban más para trote, porque estaba medio viejón. Estaba el chico de Peña, muy apto para todas esas cosas, y le digo: ‘Mirá… me tenés que hacer de chofer. Cuando lleguemos a casa hay que desatar el charré, guardar los aperos, bañar al caballo y llevarlo al potrero. Yo no voy a tener tiempo, porque tengo que saltar del charré para ir a lavarme la cara, aunque sea un poco, y luego poder ir a la escuela’. Pude ir a la escuela, porque se cursaba de noche”, destaca.

   Previo a los sucesos de octubre de 1945, en una obra sintió hablar de “un tal Perón”, hecho que reconoce como la primera referencia al líder popular con el que se identificaría toda su vida. Como protesta frente a los sucesos de septiembre de 1955, osó poner a media asta la bandera que se encontraba en el mástil de la plaza. Aquel hecho le valió una seria advertencia del funcionario policial a cargo del destacamento moquehuense. Desafiando a la proscripción dispuesta por las autoridades de facto, en los años posteriores siguieron celebrando el Día de la Lealtad, con asados y discursos. Esos hechos fueron forjando su perfil de referente peronista en su pago chico. Su mentor político fue Pascual Mazza, a quien en la villa apodaban “Cuito”.

   Tras una fugaz experiencia como concejal a mitad de los ’60, con la reapertura democrática de marzo de 1973 es elegido intendente municipal por el Frente Justicialista de Liberación (Frejuli), gracias al decisivo apoyo del sector gremial.

   Entre los principales logros de su gestión, Edgar Frígoli repasa: “Largamos con el pavimento del Barrio Obrero, porque la obra ya estaba aprobada y tomada por licitación. Fueron dieciocho cuadras. De salida, ‘Quique’ Devito me dijo: ‘Edgar, tenemos que luchar por la Ruta 30’. Ese era mi objetivo mayor y se tenía que hacer, porque era una obra impostergable. ‘Está en las puertas de Chivilcoy; así que tenemos que seguirla’, le dije. Todas las semanas íbamos a La Plata a pedir que la obra se concretara. Conseguimos que la alambraran y la marcaran. Se pavimentó Moquehua. ¡Eso es tan importante hasta el día de hoy! Conmigo se hicieron treinta y tres cuadras, con desagüe pluvial. Fue una obra hecha a todo costo, a todo nivel”.

   En aquellos, además, Chivilcoy amplió su oferta educativa gracias a la apertura del Centro Regional de la Universidad Nacional de Luján (Unlu). “Buscamos una casa grande y la conseguimos en la calle Pellegrini. No estaba en muy buenas condiciones, pero se le hizo un retoque y enseguida empezaron las clases. Venían muchachos de toda la zona: de 25 de Mayo, de Alberti y de Moquehua mismo. Fue una estampida de cultura y de progreso”, asegura Frígoli.

   El 17 de diciembre de 1975, en lo que constituyó el capítulo más triste y lamentable de su administración, un grupo parapolicial secuestró y asesinó a los abogados peronistas Obdulio Aníbal De Vito (“Quique”) y Oliverio Luis Capellini (“Piti”). Esa misma noche, se produjo una fuerte detonación en la sala del Teatro El Chasqui, que causó importantes daños.

   Desalojado del poder semanas después del golpe cívico-militar de marzo de 1973, Edgar volvió a su oficio de constructor, hecho que la ciudadanía chivilcoyana siempre reconoció como prueba irrefutable de su honradez en el desempeño de la función pública. En el ciclo democrático iniciado en octubre de 1983, luego de resultar derrotado en las internas partidarias, ocupó una banca en el Concejo Deliberante hasta fines de esa década.

1 comentario

SILVIA BEATRIZ ANDREANI -

El Sr Edgar Frígoli ha sido una persona y político ejemplar!