Blogia
La locomotora del oeste

Empresas recuperadas

“Como socios, todos somos iguales”

María Pino contó la experiencia vivida por los trabajadores de la Cooperativa La Nueva Esperanza, empresa recuperada dedicada a la fabricación de grisines

 

   Grissinopoli forma parte de la larga lista de empresas de capitales nacionales desaparecidas, como consecuencia de las políticas recesivas implementadas hasta los primeros años de esta década. En el establecimiento ubicado en el barrio porteño de Chacarita, especializado en la fabricación de grisines, trabajaban poco más de 20 operarios. Hombres y mujeres amenazados por el fantasma de la desocupación, que un día decidieron plantarse frente una cruda realidad para intentar empezar de nuevo.

   María Pino, integrante de la Cooperativa La Nueva Esperanza, cuenta los pormenores de una historia recogida por el cine nacional, a través de un documental dirigido por Darío Doria con guión de Luis Camardella.

¿Cómo surge la experiencia de la cooperativa?

   El proceso comienza en el año 2000, cuando la empresa empieza a tener problemas financieros y deja de pagar los sueldos. La empresa va a concurso de acreedores, pero no consigue ningún acuerdo. El 3 de junio de 2002, nos debían varios meses y hasta años de sueldos. La gente pide un adelanto de dinero y le dicen que no hay plata; entonces, decide parar la producción y, además, quedarse en la fábrica. Esto lo hace la gente de producción. Cuando llegamos los de administración nos preguntan cuál es nuestra postura y decimos que aceptamos lo que ellos han resuelto, con la única condición –en el caso mío- que yo no me quedaría a dormir en la empresa. Vivo a seis cuadras de aquí, me iba a dormir a mi casa, pero venía todos los días. Sábados y domingos también.

¿Qué actitud tuvieron los vecinos con respecto a la lucha que ustedes sostenían en defensa de sus fuentes de trabajo?

   Cuando comenzamos la huelga estuvimos siete días encerrados y luego salimos a la calle con pancartas y carteles para dar aviso a la comunidad de lo que estaba pasando. Los primeros en acercarse fueron los vecinos y tuvimos mucha colaboración y apoyo. Acá no había plata, era pleno invierno, hacía frío y no teníamos comida. Los vecinos aportaron azúcar, yerba y pan. Además, acá cerca, en la avenida Córdoba, hay un supermercado que también nos ayudó con bolsas de comida. Luego se empezó a cobrar el seguro de desempleo y el gobierno entregaba cajas con alimentos, que algunos recibían. No todos, pero la mayoría recibía eso.

¿Cómo sigue la historia después de esos primeros pasos?

   Ahí comienza un proceso de reclamo. Los dueños anteriores habían perdido todo, al no conseguir el acuerdo. Ahí comienza un acuerdo con un abogado que nos asesora. El deseo nuestro era mantener la fuente de trabajo. Todos los que estábamos acá éramos gente grande y con mucha antigüedad. Nos tuvimos que ubicar un poquito de acuerdo a lo que era la situación económica del país en el 2002, después del crack de diciembre de 2001. Todo ayudaba para que uno no pudiera conseguir trabajo en otro lado. Cuando comenzamos la huelga éramos 24 personas. Después 8 se fueron porque creyeron que no iban a llegar a nada y se fueron a trabajar de cartoneros, un trabajo bastante difícil. Los 16 que quedamos, asesorados por el abogado Luis Caro, formamos la cooperativa. Mientras tanto, se fue hablando a los legisladores de la Ciudad de Buenos Aires para que nos dieran permiso para trabajar. Queríamos que todo fuera legal. En noviembre de 2002 se consigue la Ley 910, por la que nos dan prestado (el establecimiento) por dos años para trabajar. El INAES también en noviembre nos otorga la matrícula. El 27 de diciembre de 2002 hacemos la inauguración oficial de la cooperativa.

Volver a empezar

No habrá sido una tarea simple comenzar a producir y vender grisines…

   Empezamos muy de a poquito, comprando 4 bolsitas de harina cada 10 o 15 días. Había que hacer un trabajo de hormiga para conseguir clientes. Primero para recuperar a los que habíamos perdido. Muchos habían desaparecido por la crisis y otros habían hecho acuerdos de exclusividad con la competencia. Ese fue el trabajo, sobre todo de la administración: ir formando la clientela de nuevo y, poco a poco, afianzarnos en el mercado. Los dos años que nos había dado la ley eran muy pocos para afianzarnos y poder seguir adelante. Antes de que se venciera el plazo de la ley, volvimos a visitar a los legisladores y, en noviembre de 2004, nos otorgan una ley con expropiación definitiva. Es la Ley 1.529. A partir de ahí ya estamos seguros de que esto está expropiado. La Ley dice que tenemos que pagar esto en 20 años, pero todavía no se reglamentó.

¿A quién le tienen que pagar?

   En la ley de concursos de acreedores hay un artículo que se llama cramdown. El gobierno le va a pagar una indemnización a la firma que le estuvo pagando a los acreedores y nosotros tenemos que pagarle al gobierno. En el 2008, tres veces vino gente del Banco Ciudad de Buenos Aires para hacer la tasación del edificio, pero hasta ahora no hemos firmado ningún acuerdo.

¿Cómo es la convivencia diaria entre los integrantes de la cooperativa, convertidos en nuevos dueños de la empresa?

   La parte humana es la más difícil de todas. Como socios, todos somos iguales; no hay categorías y del primero hasta el último cobramos igual por ocho horas de trabajo. Si alguno trabaja horas extras, va a tener un plus por esas horas extras. Lo más difícil es congeniar. En las asambleas se discuten los temas, se vota y lo que decide la mayoría se acepta.

   Comenzamos 16 y en este momento somos 14. Desgraciadamente la tesorera que tuvimos al principio metió la mano en la lata y hubo que destituirla, excluirla de la cooperativa. Otra persona falleció. Tenemos colaboradores de otras cooperativas que nos ayudan cuando tenemos más trabajo.

¿Qué características tienen los productos que fabrican?

   Fabricamos grisines malteados, sin sal, de salvado y cebolla. Tenemos el grisín de restaurante, que en Capital Federal está en muchas partes. Además, hacemos un producto para otra empresa, que se llama trabajo a fasón. Esa empresa nos trae toda la materia prima y el envase; nosotros fabricamos y cobramos el servicio de fabricación, pero no podemos comercializar ese producto. Es un producto creado por técnicos en alimentación de esa empresa. Son fajitas con sabor a pizza y a cebolla.

¿Con qué estrategias enfrentaron la crisis?

   El momento es muy difícil. Veníamos bastante bien, apuntando hacia arriba, pero este año (por 2009) las ventas bajaron. Hemos puesto vendedores en el interior y eso nos ha ayudado en las ventas.

Autor: José Yapor

De clínica quebrada a geriátrico autogestionado

En la capital riojana, los trabajadores de un sanatorio privado sobrevivieron a la quiebra y hoy manejan con criterio cooperativo una residencia para personas de la tercera edad

 

   Incertidumbre, desazón, olvido, indiferencia, injusticia. Todas esas sensaciones experimentaron los trabajadores del Sanatorio Ados, de la capital riojana, cuando el centro de salud cerró sus puertas y perdieron sus empleos. Sin embargo, la convicción de que debían mantenerse unidos ante la adversidad para explorar nuevas alternativas y no quedar al margen del circuito productivo, les permitió encarar una lucha interminable y agotadora. Y, lo más importante, lo hicieron sin quebrarse.

   Mónica Troncoso es una de las integrantes de la cooperativa Unión y Trabajo Ltda., la figura jurídica que crearon los trabajadores cesanteados para gestionar una residencia geriátrica.

   En el porteño –y también recuperado- Hotel Bauen, ámbito donde se reúnen los representantes de las empresas nucleadas en la Federación Argentina de Cooperativas de Trabajadores Autogestionados (FACTA), y a poco de emprender el regreso a su provincia, Mónica le contó a “La locomotora” de qué manera los trabajadores resistieron el cierre de la clínica, carpa y numerosos obstáculos mediante, hasta lograr la expropiación y conformar la nueva empresa.

¿Qué es la cooperativa Unión y Trabajo?

Una cooperativa integrada por 24 socios, que intentamos recuperar el sanatorio Ados, el más grande de la provincia después del hospital público. Lamentablemente después de tres años de lucha fue rematado y para no salir con las manos vacías, vimos lo que podíamos hacer en nuestra provincia y nos dimos cuenta de que el sector de la tercera edad no estaba atendido y nos dedicamos a eso.

El 16 de marzo de 2008 inauguramos la residencia. El hecho que hayamos salvado la fuente de trabajo no es un detalle menor. Tenemos más expectativas, porque estamos formulando un proyecto de farmacia propia, la fabricación de pañales descartables y la sala de rehabilitación.

¿Qué acciones emprendieron tras la quiebra del sanatorio?

Decidimos tomar en custodia los bienes. Nos quedamos adentro nueve meses, refaccionamos todo lo que pudimos, pintamos y después nos dimos a conocer. Cuatro días antes de reabrir, por la noche nos desalojan con la fuerza policial. Estuvimos dos años y medio con una carpa en la vereda hasta que se remató. Luego de ser rematado, rápidamente empezamos a formular este proyecto del geriátrico y a la par seguimos luchando en la Cámara de Diputados, en la Legislatura. De hecho, se aprobó la ley de expropiación al comprador y es ahí donde el gobierno de la provincia nos llama a negociar. Que nos bajáramos de la expropiación a cambio de un edificio, de una construcción para el geriátrico. Estamos alquilando una clínica hasta que esté listo el edificio. Es para 80 residentes, un hogar de día para 40 y 10 consultorios para diagnóstico y rehabilitación, más allá de todas las dependencias que tiene la institución.

¿Cómo fue la relación con el poder político mientras estuvieron en la carpa?

Durante dos años y medio el gobernador que fue desalojado (Angel Eduardo Mazza), no nos recibió nunca en su despacho. No le interesó nunca qué proyectos teníamos ni por qué estábamos luchando; absolutamente nada. El gobernador actual, Luis Beder Herrera, nos llamó a negociar cuando la Cámara de Diputados aprobó la expropiación. Nos dijo que el Estado debía pagarle al comprador 8 millones de pesos, que es lo que cuesta y dijo que para el estado era pérdida, porque el comprador lo pagó 1 millón de pesos y se le debían pagar 8 millones de pesos a la hora de hacer valer esa ley de expropiación, porque había que vetarla o promulgarla. El nos dijo que era mejor construir un edificio acorde al proyecto que temíamos, en vez de pagarle al comprador 8 millones de pesos. Nosotros accedimos, se hizo el proyecto, se hicieron los planos y estamos en vías de que se concrete.

¿Tuvieron apoyo de la sociedad riojana?

Hubo llamados de teléfono a los medios de comunicación, firmas en libros y en notas que nosotros cursamos. En la provincia, el 80% de la población es “administración pública dependiente”; entonces, la gente no se muestra. Los gobiernos miden cuánta gente sale a la calle para actuar en estas situaciones. Como la gente no salía a la calle, estuvimos muy solos en ese sentido.

Las transiciones suelen ser complejas. ¿Cómo fue en el caso de ustedes?

No elegimos estar en esto. No elegimos las personas con quienes queremos ser socios. No elegimos transitar por este mundo del cooperativismo. La necesidad, la situación nos llevó a estar en lo que estamos. Entonces, por supuesto que es difícil. Todo esto es un proceso, un largo caminar y pasará un año, dos, tres o diez. De pronto, algunos vamos concientizándonos más rápido que otros y de eso se trata. Son cuatro años de cooperativismo. Hay un gran avance y capacitación todo el tiempo. La capacitación ayuda a despertar conciencia y el hecho de ver el progreso lleva a que uno vea un cambio positivo.

En la Rioja estuvo uno de los máximos referentes de la Teología de Liberación, monseñor Enrique Angelelli. ¿Hubo continuadores de su trabajo pastoral?

Lamentablemente Enrique Angelelli fue uno solo y hoy ya no está. Iglesia somos todos. Por parte de la jerarquía de la Iglesia no tuvimos apoyo alguno. Estuvimos dos años y medio en la vereda y nadie se acercó. Estábamos a un par de cuadras de la iglesia catedral, donde el obispo está, y no se apersonaron nunca. Estuvimos buscándolos y no pedimos que nos dieran la razón en tal caso, pero por lo menos sentarse a escucharnos y acompañarnos al gobierno para que escuchara cuál era nuestro proyecto, para que no se cerrara el sanatorio más grande de la provincia. Lamentablemente debo decir que la jerarquía de la Iglesia estuvo sorda, ciega, muda. La gente que hoy pregona lo de Enrique Angelelli no es justamente la de la Iglesia. Al menos, mi sentir y lo que veo es eso.

Seguramente hubiera estado junto a ustedes, resistiendo en la carpa y peleando por las fuentes de trabajo…

De eso no tengo ninguna duda. Yo crecí en un colegio católico, no crecí con mis padres. A ese colegio iba a celebrar misa y allí tuve el honor de haberlo conocido. Yo era niña, pero aún me acuerdo de todas estas cosas. Buscaba llevarnos a visitar a los “pobres y humildes” –como él decía-, nos enseñaba cómo se debía ayudar… Todo el tiempo hablaba de esas cosas. No sólo hablaba sino que buscaba la movilidad para llevarnos a nosotros a esos lugares donde la gente no tenía para comer, donde se compartía; cada uno ponía un poquito de lo que había –“a la canasta”, él decía- y volvíamos al colegio. Sin ninguna duda, él hubiese estado ahí en la carpa, no sólo con nosotros sino con el pueblo, como lo hizo siempre.

Autor: José Yapor 

 

“Nuestra función primordial es producir trabajo”

Jorge Bevilacqua, dirigente de Facta, destacó la función que cumplen las empresas recuperadas en la defensa del empleo y la generación de riqueza

 

   La aplicación de políticas neoliberales provocó el quiebre del aparato productivo, con su secuela de aumento de la desocupación, la marginalidad y la pobreza. Una de las respuestas a este proceso devastador de la economía fue la aparición de las empresas recuperadas. A partir de la iniciativa de los propios trabajadores, en distintos puntos del país se fueron creando cooperativas de autogestión, que permitieron continuar con la producción y mantener las fuentes de trabajo. Pero no sólo eso: hay cooperativas que, además, crearon escuelas y centros culturales, verdaderos ámbitos de participación para la comunidad en la que desarrollan sus actividades.

   Si bien el fenómeno tuvo su origen hace dos décadas, cobró notoriedad con la crisis de 2001 y a ese momento de la historia remiten las miradas cuando se habla de empresas quebradas y rescatadas por sus trabajadores.

   Jorge Bevilacqua, socio de la cooperativa Nexo y dirigente de la Federación Argentina de Cooperativas de Trabajadores Autogestionados (Facta), explicó a “La locomotora” cuáles son las principales características de un proceso que adquirió un desarrollo particular en la Argentina, a tal punto que despierta el interés de investigadores, intelectuales y documentalistas de todo el mundo.

 

¿De qué manera surgió la cooperativa Nexo?

 

   Nexo es algo así como el desarrollo que tuvo una distribuidora de alimentos recuperada por los trabajadores en el año 2005. Un lugar que fue vaciado por la patronal y ocupado por los trabajadores. Pasamos las peores necesidades, tuvimos tres allanamientos, procesos judiciales, se nos planteó la usurpación, tuvimos que defendernos y plantear el vaciamiento de empresa; todo el problema legal. Al final del proceso nos encontramos con una empresa vaciada, con algunos pocos elementos y la posibilidad de poder trabajar. La anterior cooperativa en la que yo participaba era Amigos y ahora participo en Nexo. En esas condiciones pusimos en marcha esta empresa. En vez de estar en el circuito comercial, con carácter de mercado, intentamos que las cooperativas de trabajo –empresas recuperadas- tengan una relación comercial entre ellas. Que haya un ‘compre cooperativo’ hacia adentro de las cooperativas y, al mismo tiempo, facilitar el trabajo dentro del mercado formal.

 

¿Qué características tiene el proceso de transición entre la empresa quebrada y la conformación de la cooperativa?

 

   La transición es traumática. Lo primero que se produce es el deseo de llenar todos los roles que el patrón dejó vacante. Siempre decimos que en las recuperadas aparece la necesidad de compartir, de gestionar en común. Nosotros venimos de una cultura individualista, de competir y no compartir. Eso produce un choque muy violento; hay un período de una gran tensión hasta que se reacomoda el elemento productivo y, ahí sí, empezamos a producir. Lo que ubicamos en primer término, como elemento soberano de la cooperativa, es la asamblea de socios. Somos trabajadores asociados; ni patrones ni empleados. Asumimos la función de dirigir la empresa en forma asociada. Somos empresa, queremos desarrollarnos en el mercado y producimos ante todo trabajo. Nuestra función primordial es producir trabajo, pero para eso necesitamos insertarnos en el mercado donde trabajamos. Por lo tanto, debemos desarrollar eficiencia en el trabajo. La división de roles, que antes hacía el patrón a través de algunos gestores, la tenemos que hacer en forma colectiva. Tenemos que aprender a manejar una empresa y reaprender una función cultural que tiene que ver con el compartir, con la idea que si a mi compañero le va mal, a mí también me va mal. Entonces debo procurar que a mi compañero le vaya bien. Esta lógica no está instalada en la sociedad y es algo que nosotros tenemos que pelear para que funcione, no sin dificultades. Nuestra transición no está completa, vivimos en un país como el que vivimos, con todas las dificultades que tenemos. Esto está dentro de un proceso que aspiramos a que sea exitoso, pero no podemos decir que hayamos logrado el éxito.

 

¿Cuáles son los principales obstáculos que se presentan para llevar adelante la gestión de la cooperativa?

 

   Siempre aparecen dos déficit: en administración y comercialización. Son el Talón de Aquiles que nosotros tenemos. Somos productores, pero no vendedores de lo que producimos. Esta cooperativa tiene la idea de suplir ese rol y facilitar esa función. Tenemos empresas que desarrollan altas tecnologías y también textiles familiares. Tenemos productores de algodón en el Chaco que producen para que Textiles de Pigüe fabrique la tela y esa tela es distribuida luego en los talleres que fabrican prendas que se venden al mercado. Un acuerdo que se hizo con Italia permitió que las remeras se vendan a precio justo y se hizo una cadena solidaria. Hay compañeros que tienen frigoríficos. Ellos se quedan con el cuero, que es parte de la ganancia, y tenemos curtiembres y compañeros que producen zapatos, carteras y otros artículos de cuero. Se trata de ir armando un nexo, con una visión cooperativa, para facilitar la producción y hacer que los productos lleguen al mercado de la mejor forma.

 

¿Tienen acceso al crédito, sobre todo en la banca oficial que debe ser una banca de fomento?

 

   Las cooperativas y, más que nada las recuperadas, no somos sujetos de crédito. No figuramos dentro de los paquetes que se anunciaron para activar la economía. Creemos que todavía no hay una política para el sector, pero esto también depende de cómo nuestro sector vaya armando proyectos para presentarle al gobierno. Hay una exigencia para que el gobierno tenga políticas, pero estas políticas tenemos que aprender a diseñarlas nosotros. En este sentido estamos en mora, pero también queremos señalar que este gobierno aparece más sensible frente a empresas desnacionalizadas -como las de ferrocarriles y de servicios que están subsidiadas- y para este sector, que cumplió el rol de parar la desocupación, que genera empleo, genera riqueza y paga tributos, ni siquiera resolvió lo que es la ley de expropiaciones para las empresas. Con esto estaría devolviendo una parte de lo que el sector aportó a la economía. Son cosas que le exigimos a este gobierno y al Estado en general, pero también nos exigimos a nosotros mismos tener más claridad sobre las cosas que necesitamos. En eso estamos trabajando y se viene dando un proceso de unidad muy interesante. Hemos armado una unión de federaciones y supongo que de ahí surgirá la fuerza para que este gobierno comprenda que este es un sector vivo y en desarrollo. Si el gobierno desarrolla este sector, nosotros podemos en alguna medida contener la desocupación y la marginalidad en la economía.

Autor: José Yapor

Ocho años hilvanando sueños y esperanzas

Celia Martínez, integrante de la Cooperativa 18 de Diciembre, contó la rica experiencia de recuperación de la textil Brukman por parte de los trabajadores

   La historia de la textil Brukman representa una de las experiencias más difundidas en lo que respecta al fenómeno de empresas recuperadas por los trabajadores. Los principales acontecimientos se produjeron en las horas previas de las sangrientas jornadas del 20 y 21 de diciembre de 2001, que marcaron la caída del gobierno de la Alianza encabezado por Fernando De la Rúa.

   A ocho años de aquellos días en que los trabajadores tomaron la fábrica, Celia Martínez, integrante de la Cooperativa de Trabajo 18 de Diciembre, contó de qué manera se fue dando el proceso que desembocó en la recuperación de la fábrica. En diálogo con el programa radial “La locomotora”, ciclo de verano que se emite los domingos por FM Local de Chivilcoy (103.7), habló de los inconvenientes que enfrentan en la actualidad, reclamó una mayor intervención del Estado y se mostró optimista a la hora de evaluar las posibilidades de crecimiento de la cooperativa.  

¿De qué manera se dieron los hechos que llevaron a la toma de la fábrica?

Empezó el problema en el año 96, con la baja de sueldos. Empezamos a cobrar con vales. Se fue agudizando a través de los años, porque duró años eso de la baja de sueldos y cobrar en vales. Al principio eran de 100 pesos por semana y cuando llegaron al 2000 se hicieron de 50 y 20 pesos y ya a fines de 2001 estábamos cobrando 5 pesos o 2 pesos por semana. En cierto momento no aguantamos más y empezamos a discutir con los patrones por el tema de los sueldos. En otros momentos era pedirles por favor que nos dieran un poco más de plata, pero para este tiempo empezamos a exigirles nuestros sueldos, vacaciones, salarios y aguinaldos atrasados. Todo. Entonces, el 15 de diciembre, un viernes, el patrón nos dice ‘el lunes no se va a trabajar hasta el miércoles’. Algunas compañeras que tenían más experiencia con el sindicato y las leyes laborales nos decían ‘no, no tenemos que estirarlo tanto porque nos pueden mandar cartas documentos diciendo que hicimos abandono de trabajo’. Discutimos entre las compañeras, nos pusimos de acuerdo y bajamos a hablar con el jefe de personal. Le dijimos que queríamos venir el lunes y nos dijeron que el lunes no, que viniéramos el martes. Y decidimos venir el martes, que ya era 18.

¿Y qué sucedió ese día?

Hubo discusiones por los salarios y bajamos a la oficina a hablar con los patrones. Tuvimos una reunión a las 10 de la mañana, donde se discutió todo de todo. Nos decían que no había plata y uno de los tres hermanos tira un manojo de llaves en la mesa del directorio y nos dice: ‘Si ustedes creen que van a saber manejar la fábrica mejor que nosotros, tomen las llaves’. Y se fue, pero a nosotros no se nos cruzó en ningún momento que eso algún día iba a ser realidad. En ese momento no pensábamos ni en las llaves ni en lo que dijo. Lo que queríamos era cobrar algo. Nos dijeron que bajáramos de nuevo a las dos de la tarde, que irían a ver a algunas mesas de dinero y conseguirían plata. A las dos de la tarde no había nadie en la fábrica, nadie en el sector de administración. Ni los patrones ni tesoreros ni secretarias. Estaban las oficinas abiertas, todas vacías de gente. Dijimos ‘van a  buscar plata y ya van a venir’. Antes de las tres de la tarde pasa uno de los chicos de la oficina y nos da dos pesos a cada uno. Para ese momento ya gastaba siete pesos de viáticos, sin comida, solamente de boletos. Y algunos mucho más, porque venían de Morón, San Miguel, de lugares lejísimos, donde hay que levantarse a la medianoche para llegar acá a las seis de la mañana. Así que agarramos los dos pesos y nos quedamos esperando que vinieran los patrones. Ya era tarde, no venían, llega la noche… Muchos se fueron y otros se quedaron porque no tenían ni para viajar ese día.

La ocupación

¿Cuál fue su actitud?

Yo me quedé hasta las once de la noche. Después me fui a mi casa. Esa noche se quedaron 22 compañeros, que hicieron una asamblea y dijeron ‘quedémonos hasta que nos paguen y hablemos con los compañeros, que entren los que quieran luchar y los que no, que se queden afuera. Que se queden a resistir hasta que vengan los patrones y nos traigan la plata’. A las 5 y media de la mañana muchos compañeros estaban afuera, como los encargados y los de ventas. Me preguntaron a mí y yo entré con 50 y pico de personas, de 115 que se quedaron. Nos quedamos y hasta hoy estamos. Algunos se fueron y otros fallecieron. Acá había y sigue habiendo muchos jubilados.

¿Cómo influyeron los sucesos del 20 y 21 de diciembre, que terminaron con el gobierno de la Alianza?

El 20 de diciembre nos favoreció políticamente para que decidiéramos quedarnos y luchar. Todo lo que pasaba en las calles, con las asambleas, los piqueteros nos dio fuerzas para seguir. La gente empezó a llegar cuando pusimos un cartelito en la calle que decía ‘fábrica tomada’. La gente empezó a charlar con nosotros, a contarnos experiencias de otras fábricas. Cuando hicimos nuestro primer corte, antes del 31 de diciembre, llegaron los medios. Cortamos Jujuy y también Belgrano.

En marzo y noviembre de 2002 tuvimos dos desalojos y para Semana Santa de 2003 se arma un desalojo muy grande, donde ocho manzanas fueron militarizadas acá en la zona y ahí no pudimos recuperar la fábrica hasta después de nueve meses.

Balance de la gestión

¿Cuál es el balance al cabo de ocho años de autogestión de la empresa?

Ocho años de lucha, de trabajo, que nos sirvieron a las trabajadoras que solamente éramos mamás y amas de casa. Perdón, porque la verdad que me acuerdo… para esta fecha se vuelve a sentir todo (se emociona). No sé si fue el momento político de país lo que nos hizo avanzar y crecer como trabajadoras, como luchadoras. De ahí aprendimos que tenemos derechos y debemos luchar por nuestros derechos. Nos convencimos de que la fábrica tiene que ser nuestra, luchamos por eso y hoy es nuestra. Seguimos trabajando, con muchos problemas también, por la situación política del país. La industria textil está muy baja en el sentido que hay mucha importación y no podemos competir como cooperativa con los grandes capitalistas que pueden tener precios bajos y gran cantidad de stock. Lo nuestro siempre es comprar pocas telas, fabricar, vender y volver a comprar. Eso dificulta un poco la venta. Tiene mucho que ver también el rubro que tenemos, que es ropa de vestir de caballeros y todos sabemos que a la hora de comprar uno prefiere comprar la comida para los hijos antes que un traje. Seguimos trabajando, aguantando y arreglándonos como podemos. Estamos en el camino de crecer y creo que con el tiempo vamos a ir creciendo.

En un momento se refirió a la ausencia del sindicato. ¿A qué organización gremial estaban afiliados?

Estábamos afiliadas al Sindicato del Vestido (Soiva) que, dicho sea de paso, nunca nos apoyó, nunca estuvo con nosotros en ningún momento. Siempre estuvo a favor del patrón e inclusive el sindicato pedía la quiebra por la deuda que tenían los patrones con el sindicato. También se la peleamos un montón y la quiebra recién se dio en 2003 cuando ya nosotros habíamos ingresado un pedido de expropiación. Para ser cooperativa necesitábamos la quiebra. En octubre de 2003 se dio la quiebra, en noviembre la expropiación y, el 29 de diciembre, pudimos entrar después de nueve meses de carpa en la esquina de la fábrica.  

¿Tienen la posesión definitiva de las instalaciones?

Es una expropiación transitoria con derecho a compra, con cuotas semestrales durante veinte años. Como todavía no está arreglado el tema de la quiebra, el gobierno depositó el dinero y aparentemente los acreedores y la síndico no están de acuerdo con esa suma; así que todavía está en veremos. Pero máquinas, marcas y patentes están expropiados definitivamente para los trabajadores.

¿Reciben algún apoyo crediticio de parte de la banca estatal?

En el 2003, cuando entramos y la fábrica estaba prácticamente destruida, pedimos créditos y tuvimos un crédito blando que nos ofreció el Banco Ciudad de 50.000 pesos. Con eso pudimos arreglar máquinas que habían destruido y comprar telas. De ahí decidimos no pedir más créditos. Sí tuvimos subsidios del Inaes y del Ministerio de Trabajo. Compramos una máquina que hace 7 mil bolsillos por día. En eso pensamos, en comprar máquinas de gran producción. Así que estamos en eso. En estos momentos con sueldos muy bajos; a veces llevamos 100 pesos por semana, pero con el tema de los subsidios para arreglos en la fábrica y compra de maquinarias podemos seguir avanzando y no tiene que salir de lo nuestro. Lo que vendemos en la tienda es todo para mantener el edificio, para pagar agua, luz y gas. El trabajo a fasón es para pagar sueldos.

¿Cómo se compone el grupo de trabajo?

Somos 60 personas. Fuimos 70 pero tuvimos algunas bajas. Algunos compañeros se fueron porque tienen hijos y necesitan cobrar salarios. Es una pena que algunos se hayan ido porque ahora justamente están dando la Asignación que sacó la Presidenta.

¿Forman parte de algún movimiento de empresas recuperadas?

Integramos el Movimiento de Fábricas Recuperadas, que orienta el doctor Luis Caro.

Perspectivas

¿Cuáles son las perspectivas para 2010?

Esperamos que nos vaya mucho mejor. Estamos preparando muchos compañeros jóvenes para que se salga a vender de otra manera, porque no tenemos vendedores. Eso creo que nos va a hacer avanzar. Tenemos esperanza de que vamos a tener más trabajo, de que vamos a crecer, que el gobierno apunte un poco más a ayudar a las fábricas recuperadas y se integre a nosotros para que esto pueda ser grande. La fábrica es para el pueblo. No quiero decir que todo el mundo va a entrar a la fábrica, pero 300 personas más entran acá y si el gobierno tuviera más intervención en esto, todas las costureras que están en la calle siendo explotadas en cualquier tallercito del Bajo Flores por ejemplo, podrían estar produciendo acá gran cantidad de ropa y salir a la venta con todo. Nuestro deseo es ese:  que el gobierno tenga más participación en todas las fábricas, pero en esta en especial, porque está a cuarenta cuadras de la Casa de Gobierno. La Presidenta es una mujer y debería estar acá con nosotras viendo cómo hace grande esta fábrica para las mujeres desocupadas, para el pueblo. No solamente para las mujeres, porque hay sastres que no consiguen trabajo y aquí está esta fábrica semivacía. Nosotros hacemos todo lo posible pero nos falta un apoyo más comprometido del gobierno.

¿Cómo pueden tomar contacto con ustedes los comercios y clientes particulares que quieran comprar la ropa que fabrican?

Pueden venir a la fábrica, que está en Jujuy 554, a seis cuadras de la Estación Once. Es muy fácil llegar. Vendemos por mayor y por menor. También hacemos trabajo a fasón, que es a lo que más nos dedicamos. Hacemos una tanda de trajes para nosotros pero además fabricamos para otras empresas. Mucha gente del interior nos manda a pedir, vienen y encargan. La verdad tenemos muy buenos precios y los invitamos a que vengan porque acá van a encontrar el mejor precio para fabricar o comprar prendas hechas.

El teléfono del sector ventas es (011) 4943-1417.

Autor: José Yapor