La sangre sigue corriendo
Miguel Asas destacó que sus hijos y nietos mantienen en pie las tradiciones y costumbres de la cultura árabe. Su padre, Salim Razuk Asas, llegó al país a los dieciséis años, procedente de Damasco (Siria)
“Mi papá se llamaba Salim Razuk Asas y nació en Damasco (Siria). Mi abuela era de apellido Sapag. El apellido real es Azaz. Mi hijo me decía: ‘Papá, no es así; en la escuela me decían Azaz’. Hay muchos Azaz. Tengo tíos y primos hermanos de mi padre que firmaban con ‘z’”, comienza su relato Miguel Asas, hombre ligado por décadas al comercio textil de Chivilcoy.
Cuenta que su padre “tenía dieciséis años cuando ingresó al país, en 1900, y tuvieron que agregarle dos años más para poder hacerle el documento. Un hermano mío se llamaba Reyes. Era Rasuk, pero a mi padre no le permitieron ponerle así y entonces le puso Reyes, que es exactamente lo mismo”, explica.
De la narración de Miguel, se desprende que su familia llegó a “La Perla del Oeste” como consecuencia de las migraciones internas: “Cuando papá llegó al puerto de Buenos Aires, se instaló en Barracas, donde nacimos los tres varones. Trabajó siempre en lo mismo. En la época de (Hipólito) Yrigoyen quedó en la calle. Yo era chico y recuerdo que tenía uno de esos carros cerrados. Tenía una sociedad con unos tíos míos, pero a partir de ahí nunca más vi el vehículo. Con la Revolución del ‘30 no se salvó nadie; fue la caída de Hipólito Yrigoyen”, añade.
La historia continuaría en la zona sur del conurbano bonaerense. Al respecto, Miguel cuenta que “cuando nos fuimos a vivir a Lanús, mi padre salía con dos fardos grandes al hombro y uno chico en la mano. El típico árabe, que recorría permanentemente los lugares y pasaban días que no lo veíamos. Lo veíamos día por medio, cuando lo veíamos. En esa época, en esa zona de Lanús eran todas quintas. Ahora es una ciudad importantísima del cordón industrial”, compara.
La esposa de Salim fue Catalina Pascual, descendiente de italianos. “Tuvimos una excelente madre –dice Miguel, emocionado-. Se levantaba a las siete de la mañana y a los cuatro hijos jamás nos faltó el desayuno, el almuerzo, la merienda ni la cena. Mi madre preparaba comidas árabes, mi señora también y yo las sigo haciendo. Mi hija también aprendió. Mis nietos piden, porque las conocen muy bien. Así que la sangre sigue corriendo”, celebra entre risas.
“Cuando papá logró comprar su casa, puso su negocio y empezó a trabajar muy bien, gracias a Dios –resalta-. Fue en Remedios de Escalada, pegado a Lanús. Yo era pibe en ese entonces. Tenía dieciséis años. En los talleres ferroviarios había entre 5.000 y 6.000 obreros. Hice de todo, pero el oficio mío, el que me permitió tener mi propio negocio, fue marroquinero. Carteras de señoras, cortadores, tenía todo el oficio. Lo aprendí y me rendía bien. Cuando vine acá, vine ganando más de 100 pesos por día. Acá, cuando puse la tienda, ganaba 25 o 30 pero para mi era igual. Estaba en el paraíso”, ilustra.
Sobre su llegada a Chivilcoy, Miguel refiere que “cuando terminé el servicio militar, un primo mío que estaba casado con una chica de acá me invitó a conocer la ciudad. Me dijo ‘¿por qué no venís a conocer?’. Yo nunca había salido de la Capital (y alrededores). Vine y dije ‘algún día voy a venir a vivir acá’. No sé, me salió del alma y lo dije. ‘Lito’ Armagno era pariente de mi señora. Con el tiempo, conocí a mi señora, me dediqué a guardar un peso y me vine. A mi señora le gustaba también el comercio. Era nacida acá, a unas diez cuadras, más o menos, de la ‘escuela de chapa’ (hoy Nº 28). Su nombre era María Carmen Armagno, hija de Antonio Armagno y Vicenta Cavallo. Nació un día de la Virgen del Carmen, 16 de julio, y falleció hace ocho años. Estuvimos casados cincuenta años. Fue una gran compañera”, evoca Asas.
A Miguel le gusta el teatro; “no tanto la actuación, sino más bien dirección y escenografía”. Estuvo en el grupo fundador de la Agrupación Artística e hizo teatro en la Escuela Nº 6.
Del matrimonio que conformaron Miguel y María Carmen, nacieron Miguel Angel
y María Isabel. Entre las nuevas generaciones, se cuentan seis nietos y un bisnieto.
Autor: José Yapor
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