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La locomotora del oeste

Un tren con alma grande

   Todos los años, médicos, enfermeros, odontólogos, técnicos y trabajadores sociales de la Fundación Alma viajan al norte del país para asistir a personas que no tienen acceso al sistema de salud. El doctor Antonio Infantino, coordinador médico de la Ong, explicó en qué consisten las campañas y alertó sobre las consecuencias que tienen las carencias económicas, sociales y sanitarias que sufren muchas sociedades del interior.  

¿Qué es la Fundación Alma?

   Es una Ong que se creó hace treinta años. El destino era unir la Capital Federal con los pueblos del norte, aquellos que carecían de pediatra. Entonces, el doctor Martín Urtasún, que fue uno de sus ideólogos, pensaba que había que llegar con el tren hasta los lugares donde no había pediatras ni odontólogos. Y así fue que uno tomó esa meta de acompañar como voluntario y después como coordinador médico. La idea es continuar con esa tarea de atención primaria de la salud. No hacemos nada importante, porque humildemente atendemos a los chicos con los dos pediatras que llevamos, juntos a tres odontólogos, un médico generalista –que es médico de familia-. El odontólogo trabaja sobre el problema bucal, que es muy importante en el norte porque los chicos tienen muchas carencias alimentarias, malos hábitos porque comen mucho azúcar.

¿Cuáles son los problemas más comunes que detectan en cada viaje?

   A veces, cuando me preguntan en las radios cuál es la patología más importante, para mí en este momento es la odontológica. Casi el 60% de los chicos que vamos a ver tienen patologías en su primera dentición y en la segunda dentición mucho más, con pérdida de las piezas dentales. Al mal hábito alimentario y el exceso de azúcares hay que agregar que no tienen un hábito de limpieza, de higiene; no tienen cepillos ni pastas dentales; no tienen consultas con odontólogos, porque en el norte no existen los odontólogos, ni para los adultos. Siempre decimos, como médicos sanitaristas, que a veces con solo abrir la boca de un chico o un viejo nos damos cuenta del índice de pobreza. Ahí se ve la diferencia que hay en el acceso a la salud. Respecto a la parte pediátrica, hay enfermedades muy importantes. Uno siempre piensa en la desnutrición y el sobrepeso. A veces hay chicos muy gorditos, pero son ángeles con pies de barro. Son muy frágiles, porque los azúcares y los hidratos de carbono engordan, pero no nutren como corresponde. 

Nuevas necesidades 

¿Han detectado nuevas necesidades?

   Ha surgido una necesidad muy importante, como es la de atender a chicos preadolescentes y adolescentes, hasta los dieciocho años. Nosotros llegábamos hasta los doce años y hace un par de años empezamos a hacerlo hasta los dieciocho, con médicos de familia. Es una de las necesidades. Cuando llegamos, se acercan los chicos y quieren que los atendamos. Chicos de trece o catorce años, que quieren que les expliquen cosas sobre el cuidado de la salud y cuidado de las enfermedades venéreas. Llevamos también una enfermera –que nos ayuda en las prácticas que haya que hacer-; un laboratorio muy pequeño –que hace rutina, con un técnico de laboratorio, un bioquímico-; un radiólogo –que hace las radiografías de huesos y tórax- y, por supuesto, para complementar tenemos un trabajador social, que nos hace un diagnóstico de la situación social, de la familia, del chico, de sus componentes y de su situación social, económica y escolar. Un referente al que consultamos apenas llegamos, es el maestro de escuela, el maestro rural. El es el nexo entre el chico y nosotros. Por eso, el tren viaja en época de clases, desde marzo hasta noviembre.  

Voy a disentir con usted. ¿Le parece que no es “importante” lo que hacen?

   Bueno… Sí, uno a veces dice esto porque está trabajando en la provincia de Buenos Aires o en la Capital Federal, tiene posibilidades de acceder a todos los estudios, radiografías e interconsultas. Allá se hace difícil. Hacemos también diagnósticos de patologías crónicas, porque uno de los problemas es la enfermedad crónica que no ha sido rehabilitada. Encontramos chicos nacidos en partos no normales, con deterioro del sistema nervioso central. Por lo tanto, son chicos que no caminaron en término o que no hablan. Esos chicos, en Buenos Aires tienen acceso a la salud, rápidamente, con estimuladores tempranos o neurólogos que los pueden atender. Ellos acceden y generalmente uno puede decir ‘hacemos algo importante’. Allá nos encontramos con chicos difíciles de recuperar, porque no ha tenido una recuperación en el primer año de vida, no camina ni va a caminar, porque no va a tener estimuladores. En uno de mis primeros viajes, estuve hablando con un maestro de escuela que cuidaba a un chiquito con esas características. Lo había tomado como un ahijado, como un hijo. Lo mandamos a Salta para que se instruyera sobre técnicas kinesiológicas de recuperación y el hombre estaba muy contento. Ese chico accedió a tener un maestro que lo recuperara, pero a veces no hay ni un maestro ni autoridades que quieran desarrollar ese tema. Cuesta mucho recuperar a un chico neurológicamente o cardiológicamente, porque no tienen acceso a los centros de salud. Un hospital de segundo o primer nivel está en Salta, a cincuenta o sesenta kilómetros y hay que pedir turno, al igual que en Buenos Aires. Tienen que irse un día antes y no tienen posibilidades de vivir o alquilar un hotel o trasladarse, porque no tienen más el tren, que era barato. Deben ir a una ruta y tomar un micro que sale diez o quince pesos. Para nosotros no es costoso, pero el papá no lo tiene, porque generalmente vive de changas o es obrero de las tabacaleras, la zafra o empleados municipales.

Muchas veces se lo identifica como “tren hospital”. ¿Es correcta esta denominación?

   Yo bajo los decibeles, porque no es un tren con internación ni con toda la aparatología. No es el tren blanco o el tren sanitario del gobierno, mucho más equipado, que está sostenido por el Ministerio de Desarrollo Social. Nosotros dependemos de una organización, de una fundación, con el apoyo de la gente que ayuda. Son cuatro humildes vagones: uno de agua, uno donde mantenemos el grupo electrógeno, uno donde tenemos la cocina y nuestro hábitat, porque nosotros vivimos los quince días en el tren. Hay estaciones de ferrocarril que están desmanteladas, donde no hay jefe de estación ni agua. Nosotros necesitamos luz y nos alimentamos de dos grupos electrógenos y, obvio, un gran tanque de agua que nos aporta el agua necesaria para bañarnos. Inclusive, el agua es de los ferrocarriles y no es potable. Para tomar nosotros llevamos agua en bidones. 

Recorridos

¿Cómo definen el itinerario?

   Eso o decide la comisión directiva en los primeros meses del año. Los primeros días de marzo, ya está proyectado el primer viaje para abril. De ahí en adelante, sale un viaje cada cuarenta días aproximadamente. No es que es un equipo ya preparado. Dependemos de los voluntarios que quieran o puedan viajar en ese momento. A veces, nos dicen ‘podemos viajar, no nos dan las vacaciones, no nos dan los tiempos’ y urgente tenemos que buscar reemplazantes. Son catorce voluntarios y se hace muy difícil entre los médicos, enfermeros y técnicos de laboratorio y de rayos.

¿Qué viajes han realizado en 2010?

   Se han realizado cinco o seis viajes al norte, que es nuestro destino. Estuvimos en Tucumán, Salta, Santiago del Estero, Jujuy y Chaco. Hemos tratado de cumplir esos itinerarios de cuarenta días entre ida y vuelta. A veces se demora porque el tren no puede salir por razones técnicas. Tenemos dificultades en la parte rodante del tren, por las ruedas gastadas y los vagones deteriorados. Hay posibilidades de que el Belgrano Cargas nos cambie los vagones por algunos más modernos. Tiene cincuenta años y ya no tienen repuestos. Eso hace que a veces no puedan trepar en Salta o Jujuy, porque la trepada requiere de buenos frenos y de buenas ruedas. Antes llegaba a san Juan, a Formosa y a La Rioja, pero ya no llega. En octubre fui al norte y visité varios pueblos del Ramal C 18 que inauguró la Presidencia de la Nación, que llega hasta el límite con Bolivia, a Pichanal y Orán. Ya estamos programando el primer viaje para el año que viene. A medida que el ferrocarril va teniendo arreglos de vías o de estaciones, vamos ampliando el recorrido. Siempre dependemos de la trocha angosta.

¿Cómo repercutieron en las actividades de la Fundación Alma las políticas de desguace del sector ferroviario, profundizadas en la década del ’90?

   Esto perjudicó al tren, que no pudo llegar a esos pueblos, pero mucho más a la población. Esos chicos quedaron sin posibilidad de acceder a la salud, sus padres sin trabajo. Evidentemente la soja ha utilizado un sistema de trabajo que emplea poca gente, ha quitado posibilidades de traslado porque el tren era económico. Esos pueblos han retrocedido. En un pueblo de Salta los mismos pobladores me decían ‘acá somos todos viejos’. Muchos jóvenes se han ido a la Capital con sus chicos. Ahí hay una casa cada kilómetro y son fincas que a veces no tienen acceso. Del Chaco salteño no quedó nada, porque la soja hizo que cambiara el hábitat, no solamente el clima sino también la vida de los trabajadores, de la gente que habitaba esos lugares. Ellos vivían hasta de los animales que cazaban. Hoy no tienen; hoy son mares de soja donde ni siquiera existe el importante sapito que es nuestro vector para matar el mosquito del dengue. Los agroquímicos terminaron con los sapos y están terminando con la vida de la gente también.

   La no llegada del tren hace que no tengan posibilidades de estudiar, trasladarse y trabajar en otros lugares. Se van aislando, los pueblos envejecen porque la gente joven se va y el tren quiere llegar y no puede llegar.

¿Cómo es la relación con las autoridades?

   La relación es respetuosa. Tratamos de coordinar. Nosotros no invadimos el lugar. Tratamos de hacer un trabajo en equipo si se puede con las autoridades del lugar. En este momento estamos programando tener un coordinador permanentemente en un determinado lugar para manejarnos con las autoridades de ese lugar, con los agentes sanitarios, para trabajar en equipo. De ahí que es necesario que el tren sea bien recibido por las autoridades. Así tratamos de hacerlo. Somos respetuosos de las autoridades, de los agentes sanitarios, pero también de la gente que cuida la salud, llámese el curandero, el manzanita, porque ellos también… Siempre les digo a los muchachos jóvenes que piensen que si hay una curandera, ella va a tratar al chico los doce meses del año y nosotros nada más que cinco días.

¿Cómo se vinculó Ud. a la Fundación Alma?

   Lo hacemos porque tenemos una vocación de servicio y tratamos de no abandonarla. Esa vocación que tuvimos siempre, en el caso mío a través de la medicina puedo devolverle a la gente las ganas de hacer, por haber podido vivir de mi trabajo. Ahora, que cuento con más tiempo, puedo dedicarme a todo esto, en apoyo a la fundación.

¿De qué manera financia sus actividades la Fundación Alma?

   Necesita el apoyo de empresas, bancos, laboratorios, otras fundaciones. De ahí se reciben los aportes, las ayudas. Por supuesto, necesita que se sigan acercando voluntarios y que el Belgrano Cargas nos cambie alguna vez los vagones. Depende de ellos, no de nosotros, porque es imposible que la fundación repare un vagón. Les pedimos y rogamos que lo hagan, porque tenemos esa urgencia. 

 

Fundación Alma tiene su sede en Billinghurst 1444 7º “A” 

CP 1425 Ciudad. Aut. de Buenos Aires

Tel. (011) 4963-8394

www.fundacionalma.org.ar

Entrevista realizada por José Yapor (Diciembre de 2010)

 

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