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La locomotora del oeste

¡Hasta la victoria siempre... Compañero Néstor!

   Estaba cumpliendo con mi labor de censista en un edificio de la calle Vidal, en el barrio de Núñez. Trabajo novedoso, que emprendí con mucho entusiasmo. Habían quedado atrás las dos primeras viviendas censadas de la esquina y los tres primeros departamentos del edificio. Fue justo en un intervalo entre un censado y otro cuando Hortencia –la gentil encargada- me puso al tanto de “la novedad”.

   Aunque me dijo que “todavía no había nada confirmado”, la noticia me paralizó por un instante y sentí una rara mezcla de sorpresa, incredulidad y desazón. Mediaron pocos minutos entre la versión y la confirmación oficial. Desde la mesa de trabajo instalada en el pasillo de la planta baja, de la radio de una vecina se escuchaban algunas voces que delataban estupor y congoja. Sin vacilar, tomé el celular y escribí simplemente “puto día…”, como una forma de compartir tanto dolor con mi esposa, compañeros de ideales, familiares y amigos.

   No fue nada fácil sacar fuerzas para remontar la cuesta. A pesar de que todo marchaba viento en popa con el censo, las encuestas recién empezaban y todavía quedaba por delante mucho trabajo. Algunos encuestados compartían su sorpresa por la mala nueva y resultaba inevitable abstraerse del otro gran tema dominante de la jornada.

   Néstor Kirchner ya no está entre nosotros, pero nos deja su legado de militancia, lucha y compromiso con una causa, que es nada menos que la del pueblo y de la Patria.

   El día después del censo, el jueves, con pocas horas de sueño abordé el micro que diariamente me lleva a Campana. Los rostros de tantos laburantes que esperaban el micro en la parada de Panamericana y Ruta 197 eran una verdadera postal de lo que vivía el país en ese mismo instante. Hablo del país real, no de aquel que los multimedios intentan forjar a la medida de sus mezquinos intereses corporativos. Porque tienen memoria, esos trabajadores recuerdan que en el país anterior a 2003 no había tanta gente en las paradas ni tantas fábricas con persianas levantadas. Y recuerdan también que un día patrio de aquel año la historia cambió y que un hombre de las entrañas de la lejana -pero muy nuestra- Patagonia, fue su principal artífice.

   Las noches del miércoles y jueves, lo mismo que la mañana del viernes, pude contemplar y compartir desde la propia “Plaza de Perón” tantas muestras de dolor y resignación. Gente de todas las latitudes, argentinos y hermanos de Suramérica, formamos largas filas para rendir nuestro póstumo homenaje al hombre que la historia ya le reservó un lugar de privilegio. Y porque la historia es un relato pero también una metáfora, otra vez la lluvia acompañó la congoja popular, como en aquella jornada del gris julio de 1974, cuando un pueblo volcado a las calles con paraguas y pilotos saludó por última vez al argentino más grande del Siglo XX. Guardo un particular recuerdo de aquellas imágenes, que a Chivilcoy llegaban mediante la repetidora de Canal 7, el único de aire que podíamos ver sin dificultades (los otros sólo se veían “cuando estaba bien el viento”).

   Nada será igual sin Néstor. Su ausencia es un espacio muy difícil de llenar, pero al fin y al cabo, el movimiento nacional en su trayectoria épica está acostumbrado a enfrentar la adversidad y sobreponerse. ¿O fue fácil revertir el silencioso destierro de José de San Martín, forzado por la deserción política de los poderosos del puerto? ¿O fue fácil sobreponerse al definitivo destierro de Juan Manuel de Rosas tras los sucesos de Caseros? ¿O fue sencilla la tarea de reconstruir la mística luego de la muerte del General Perón? Pero desde esa adversidad el movimiento nacional construye y sigue adelante en su derrotero histórico, en busca de la definitiva emancipación de la Patria y la felicidad del pueblo.

   Con el dolor a cuestas, y aunque todavía no terminemos de reaccionar, ahora se trata de mirar hacia adelante y bancar con todas nuestras energías a la compañera Cristina, a quien le espera la nada sencilla tarea de asumir la conducción del movimiento nacional. Su coraje, su temple, sus ganas que siempre contagian y sus profundas convicciones ideológicas son las mejores reservas con las que cuenta para emprender la función que la historia le acaba de encomendar.

   Y grito con la multitud: “¡Néstor con Perón. El pueblo con Cristina!”.

Autor: José Yapor

2 comentarios

marce -

Bienvenida la Universidad Arturo Jauretche!

José -

Le demostramos al mundo cómo despide el pueblo argentino a sus líderes populares. Así de espontáneos y auténticos somos cuando se va de este mundo un dirigente amado por las multitudes.