El legado de Don Camilo
La Princesita es uno de los comercios chivilcoyanos con mayor trayectoria. Jorge Salomón contó la historia familiar, que se inició con la llegada al país de su padre, Camilo, inmigrante de origen sirio
La tienda La Princesita es uno de los más antiguos comercios de la ciudad. Con orígenes en el Barrio del Pito, donde el inmigrante sirio Camilo Salomón se estableció inicialmente junto a su familia, con el paso de los años llegó al amplio local de la avenida Villarino, a pocas cuadras de la Iglesia del Carmen, ese templo católico que el imaginario colectivo identifica aún como la capilla.
Jorge José Salomón, hijo de Camilo, relató a CLIP los hechos más destacados de una historia familiar centenaria, caracterizada por el esfuerzo, la perseverancia y la honradez.
Cuenta que Don Camilo, como muchos otros inmigrantes de los países árabes, vino siendo muy chico con el padre y la madre. Estuvieron viviendo en el Barrio del Pito, en la calle Coronel Suárez. Fue mucho al campo a vender, como todos los paisanos en jardinera. Salía por la zona del Salado, cerca de Alberti, por Achupallas. Estaba mucho tiempo afuera. Se quedaba a dormir en la casa de los clientes y se enojaban si no iba una vez a la casa de uno y otra vez a la de otro. Siempre les llevaba alguna cosa de regalo, recuerda.
En un momento, Camilo compró un camioncito, pero no se hallaba y entonces volvió a la jardinera, comenta Jorge y explica que mi mamá tenía una tiendita en esa esquina que todavía está (Coronel Suárez y Basso Dastugue). Le ayudaba un poco a él. Eramos ocho hermanos para mantener. Después papá compró en la avenida Villarino y aprendió a hacer cortes para pantalones, overoles y camisas. Acá se jubilaron treinta y cuatro costureras. Era trabajo a domicilio; no tenía un taller grande.
Mi abuelo se llamaba José continúa-. Papá tenía varios hermanos. Alejandro estaba acá en la esquina y era un sastre de primera. Ernesto también tenía sastrería, al lado de la farmacia Zurita. Y José, Elvira y Josefa. En Puerto Deseado (Santa Cruz), en la Patagonia, tenía una hermana María-, que se casó con un paisano de allá, Jacinto Alí. En aquel tiempo venía en barco y después empezó a viajar en avión. Tenía dos primos, hijos de ella, ya fallecidos, cuenta.
A manera de reliquia, Jorge muestra con orgullo las hojas amarillas de un ejemplar de LA RAZON, donde aparece una publicidad del negocio familiar. No es ninguna sugestión ni tampoco una paradoja. Pero lo cierto es que hoy más que nunca es objeto de comentario entre el público. Tienda La Princesita. Por su buena confección, por la calidad de sus telas, por su seriedad y por sus precios convenientes. Por eso y por múltiples razones, el público de Chivilcoy la ha consagrado y la prefiere. Tienda La Princesita, de Camilo Salomón. Avenida Villarino 274. Unión Telefónica 468, reza el texto del aviso con lenguaje de época, publicado cuando promediaba la tanguera década del 40.
Jorge Salomón fue uno de los continuadores de la tienda. Estuve con mi padre mucho tiempo. Cortaba y mandaba a confeccionar la ropa hasta que anduvo bien. Después se enfermó y falleció a los setenta y cinco años. Con el negocio continuamos mi hermano y yo. Estuve hasta que me jubilé y ahora sigue mi hijo, Jorge Camilo. Le dejé todo plantado y le ha ido bien, asegura.
Jorge también refiere anécdotas que involucran a otras familias de la colectividad: Cuando fueron los Antonio a visitar a sus parientes (al Líbano), se había puesto mala la cosa y tuvieron que salir de noche. El pariente que estaba allá, después les mandó una carta. Entonces, como no sabían escribir ni leer en árabe, fueron a verlo a don Jorge Yapor. Don Jorge dijo: A ver. Se pusieron uno de cada lado. Mientras leía, decía despacito ¡qué gente sanguinaria!, ¡qué cosa seria!. Ellos sentían. Después les devolvió la carta y les dijo: Está todo muy bien. Manda saludos. ¡Les dijo así para no atemorizarlos tanto!, resalta.
En esa misma época, Abraham Amado con su esposa se fueron a Siria apunta-. Acá tenían todo. La tienda ya la habían dividido con los sobrinos, porque el hermano había fallecido. Yo lo quería mucho y le dije: Abraham, ¿qué va a hacer allá con el lío que hay? Y me respondió: No te vayas a creer que acá está muy buena la cosa . Se fueron, él falleció y lo sepultaron allá. Los chicos, Jalil, Sami y Fátima, se quedaron acá y estudiaron. El pobre Abraham se habrá entristecido. Los chicos no estaban y qué se yo Lo sepultó allá y la esposa (Jadiye) se vino, acota.
Al igual que otros descendientes de aquellos inmigrantes sirios y libaneses, Salomón lamenta que no haya prosperado la idea de conformar una asociación: En un momento, los Antonio invitaron a los paisanos a una fiesta que estuvo muy linda. Querían alquilar un local y habían nombrado un presidente, Roberto Maizú, que tiempo después falleció y todo quedó en la nada, concluye.
Camilo Salomón, nacido en localidad siria de Zafita, se casó con Antonia Pussio. De esa unión nacieron Oscar Antonio, Jorge José, Camilo César, María (Maruca), Yolanda, Irma, Mirta y Aída.
Jorge está casado con Ivonne Mesplet. Sus hijos son Claudia, Jorge Camilo y Fernando Emilio.
Autor: José Yapor
La tienda La Princesita es uno de los más antiguos comercios de la ciudad. Con orígenes en el Barrio del Pito, donde el inmigrante sirio Camilo Salomón se estableció inicialmente junto a su familia, con el paso de los años llegó al amplio local de la avenida Villarino, a pocas cuadras de la Iglesia del Carmen, ese templo católico que el imaginario colectivo identifica aún como la capilla.
Jorge José Salomón, hijo de Camilo, relató a CLIP los hechos más destacados de una historia familiar centenaria, caracterizada por el esfuerzo, la perseverancia y la honradez.
Cuenta que Don Camilo, como muchos otros inmigrantes de los países árabes, vino siendo muy chico con el padre y la madre. Estuvieron viviendo en el Barrio del Pito, en la calle Coronel Suárez. Fue mucho al campo a vender, como todos los paisanos en jardinera. Salía por la zona del Salado, cerca de Alberti, por Achupallas. Estaba mucho tiempo afuera. Se quedaba a dormir en la casa de los clientes y se enojaban si no iba una vez a la casa de uno y otra vez a la de otro. Siempre les llevaba alguna cosa de regalo, recuerda.
En un momento, Camilo compró un camioncito, pero no se hallaba y entonces volvió a la jardinera, comenta Jorge y explica que mi mamá tenía una tiendita en esa esquina que todavía está (Coronel Suárez y Basso Dastugue). Le ayudaba un poco a él. Eramos ocho hermanos para mantener. Después papá compró en la avenida Villarino y aprendió a hacer cortes para pantalones, overoles y camisas. Acá se jubilaron treinta y cuatro costureras. Era trabajo a domicilio; no tenía un taller grande.
Mi abuelo se llamaba José continúa-. Papá tenía varios hermanos. Alejandro estaba acá en la esquina y era un sastre de primera. Ernesto también tenía sastrería, al lado de la farmacia Zurita. Y José, Elvira y Josefa. En Puerto Deseado (Santa Cruz), en la Patagonia, tenía una hermana María-, que se casó con un paisano de allá, Jacinto Alí. En aquel tiempo venía en barco y después empezó a viajar en avión. Tenía dos primos, hijos de ella, ya fallecidos, cuenta.
A manera de reliquia, Jorge muestra con orgullo las hojas amarillas de un ejemplar de LA RAZON, donde aparece una publicidad del negocio familiar. No es ninguna sugestión ni tampoco una paradoja. Pero lo cierto es que hoy más que nunca es objeto de comentario entre el público. Tienda La Princesita. Por su buena confección, por la calidad de sus telas, por su seriedad y por sus precios convenientes. Por eso y por múltiples razones, el público de Chivilcoy la ha consagrado y la prefiere. Tienda La Princesita, de Camilo Salomón. Avenida Villarino 274. Unión Telefónica 468, reza el texto del aviso con lenguaje de época, publicado cuando promediaba la tanguera década del 40.
Jorge Salomón fue uno de los continuadores de la tienda. Estuve con mi padre mucho tiempo. Cortaba y mandaba a confeccionar la ropa hasta que anduvo bien. Después se enfermó y falleció a los setenta y cinco años. Con el negocio continuamos mi hermano y yo. Estuve hasta que me jubilé y ahora sigue mi hijo, Jorge Camilo. Le dejé todo plantado y le ha ido bien, asegura.
Jorge también refiere anécdotas que involucran a otras familias de la colectividad: Cuando fueron los Antonio a visitar a sus parientes (al Líbano), se había puesto mala la cosa y tuvieron que salir de noche. El pariente que estaba allá, después les mandó una carta. Entonces, como no sabían escribir ni leer en árabe, fueron a verlo a don Jorge Yapor. Don Jorge dijo: A ver. Se pusieron uno de cada lado. Mientras leía, decía despacito ¡qué gente sanguinaria!, ¡qué cosa seria!. Ellos sentían. Después les devolvió la carta y les dijo: Está todo muy bien. Manda saludos. ¡Les dijo así para no atemorizarlos tanto!, resalta.
En esa misma época, Abraham Amado con su esposa se fueron a Siria apunta-. Acá tenían todo. La tienda ya la habían dividido con los sobrinos, porque el hermano había fallecido. Yo lo quería mucho y le dije: Abraham, ¿qué va a hacer allá con el lío que hay? Y me respondió: No te vayas a creer que acá está muy buena la cosa . Se fueron, él falleció y lo sepultaron allá. Los chicos, Jalil, Sami y Fátima, se quedaron acá y estudiaron. El pobre Abraham se habrá entristecido. Los chicos no estaban y qué se yo Lo sepultó allá y la esposa (Jadiye) se vino, acota.
Al igual que otros descendientes de aquellos inmigrantes sirios y libaneses, Salomón lamenta que no haya prosperado la idea de conformar una asociación: En un momento, los Antonio invitaron a los paisanos a una fiesta que estuvo muy linda. Querían alquilar un local y habían nombrado un presidente, Roberto Maizú, que tiempo después falleció y todo quedó en la nada, concluye.
Camilo Salomón, nacido en localidad siria de Zafita, se casó con Antonia Pussio. De esa unión nacieron Oscar Antonio, Jorge José, Camilo César, María (Maruca), Yolanda, Irma, Mirta y Aída.
Jorge está casado con Ivonne Mesplet. Sus hijos son Claudia, Jorge Camilo y Fernando Emilio.
Autor: José Yapor
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